Una filósofa perra…

Hiparquía de Maronea fue una de las primeras filósofas y vivió entre el año 346 a.C. y el 300 a.C. Pertenecía a una familia noble, pese a lo cual lo dejó todo para llevar una vida sencilla junto a Crates. Este último era discípulo de Diógenes de Sinope, y seguía los postulados de la corriente cínica. 

Cínismo

Cabe recordar a este respecto que la escuela cínica (del griego κύων kyon: ‘perro’, denominación atribuida por su peculiar modo de vivir) fue fundada en la Antigua Grecia, durante la segunda mitad del siglo IV a. C., por el griego Antístenes. Tras este, fue el citado Diógenes de Sinope uno de sus filósofos más reconocidos y representativos. 

Estos pensadores consideraban que la civilización era un mal y que la felicidad venía dada siguiendo una vida simple y acorde con la naturaleza. Desde esta perspectiva, el hombre tenía en sí mismo los elementos para ser feliz. Y conquistar su autonomía era el verdadero bien. De ahí el desprecio a las riquezas y a cualquier forma de preocupación material. En definitiva, el hombre con menos necesidades era el más libre y el más feliz. Así, podría resumirse dicha doctrina con el lema “no es más feliz quien más tiene, sino quien menos necesita”. 

Anaideia

Hiparquía se sintió identificada con dicho discurso. Por ello, aún siendo de familia acomodada, abandonó, con solo 15 años, todas sus riquezas y su poder social heredado para unirse a los cínicos viviendo sin propiedades, con el amor de su vida, el ya referido Crates.

Cuenta Diógenes Laercio que Hiparquía y Crates sellaron su amor fornicando en las escaleras de un portal público. Algo que no era extraño entre los cínicos, que solían orinar e incluso masturbarse en público (como en el caso de Diógenes) sin ningún problema, basándose en lo que los griegos llamaban anaideia (falta del sentido del ridículo). A este respecto, hay que tener en cuenta que desde una perspectiva cínica las convenciones sociales (y con ellas las normas) no tenían valor alguno frente a la naturaleza, con la que buscaban reconciliarse. Es por ello que la vida de estos sabios, entre los que Hiparquía queda incluida, hoy nos resulta un tanto peculiar, incluso a veces cómica. 

¿Primera feminista?

Además, en el caso de esta filósofa, fue especialmente destacado su enfrentamiento con las convenciones sociales. Hiparquía se encaró a la cultura oficial ateniense (llegando a rechazarla) porque recluía, excluía y subordinaba a la mujer, expulsándola del espacio público, tanto cultural como políticamente. Sin embargo, ella desafió con su comportamiento a la concepción generalizada de que el lugar de la mujer era el oikos (la hacienda con los trámites administrativos de la misma).

En cambio, ella, a través de la escuela cínica, participaba de la vida pública y tenia “visibilidad”, frente a la “invisibilidad” femenina del momento. No fue fácil, pues según la misma fuente citada con anterioridad tuvo que enfrentarse incluso a otros pensadores de la época. Es el caso del conocido como Teodoro el ateo, perteneciente a la escuela cirenica, que tenía tintes socráticos y cuyo fin último era el bien. 

Anécdota con Teodoro

Teodoro no era muy partidario de que Hiparquía asistiese, por ser mujer, a los banquetes con Crates. Según él, sólo las hetairas (damas de compañía con cierto nivel cultural) podían hacerlo. No consideraba normal la dedicación de nuestra protagonista a la filosofía.

Al parecer durante un banquete en casa de Lisímaco, Hiparquía le dejó en evidencia. Teodoro le preguntó si era ella la que había cambiado la rueca por la filosofía, a lo que Hiparquía le contestó con una pregunta retórica lanzándole la cuestión de si creía él que había hecho mal en dedicarle al estudio lo que por su condición femenina le hubiese correspondido dedicarle a las tareas domésticas. Enfadado, Teodoro parece ser que le arrancó la ropa intentando dejarla en evidencia. Pero, fiel a su filosofía cínica, Hiparquía ni se inmutó, pues el vestido es algo que pertenece al mundo de las convenciones sociales y mostrar el cuerpo no le resultó una vergüenza. 

Hiparquía, entre la leyenda y la historia

Lo cierto es que como le ocurre a otros personajes de la época, como el mismísimo Diógenes, su vida está entre la leyenda y la historia. Unos pintan a Hiparquía como una libertina por no recatarse de hacer el amor en público con su compañero si le venía en gana. Otros la elogian como una contestataria y la primera feminista de la historia por la imagen resultante de la interesante anécdota escrita en lineas anteriores y recogida por Diógenes Laercio en su obra “Vida, opiniones y sentencias de los filósofos más ilustres”.

Sea como sea, en lo que si coinciden los historiadores es que esta mujer no pasó desapercibida. Lo cierto es que fue una excelente propagandista de la filosofía cínica, para la cual no había más bien que la austera y orgullosa virtud (areté), entendida como independencia (autarquía), algo que ejemplificó en su propia vida. No es extraño, por tanto, que en torno suyo naciera una leyenda. De hecho, según ésta, a su muerte (301 a. C.), los filósofos cínicos declararon una fiesta anual, la Kynogamia, en la que celebraban la incorporación de la mujer a la Filosofía en el Pórtico Dorado de Atenas: Cinogamias o Bodas de perros.

Su huella en la filosofía

Aunque en la actualidad, entre la leyenda y el trascurrir de la historia esta figura quedó un poco olvidada, lo cierto es que su esfuerzo no fue en vano. De hecho, el discípulo de Hiparquia y Crates fue Zenón de Citio, el fundador del Estoicismo, corriente que defendía la igualdad de sexos y el amor libre. Así parece que la filosofía de nuestra protagonista permaneció viva llegando a nuestros días, aunque ya pocos recuerdan su nombre hoy la traemos de vuelta, bien merece la atención de las mentes inquietas.

Raquel Moreno Lizana