Más allá de Ítaca. Lo que nos susurró Kavafis

El poema Ítaca es una de esas obras inolvidables de la literatura universal, y su autor Constantino Kavafis es el poeta en griego más importante de los últimos dos mil años. Pero más allá de los reconocimientos que este grande merece, si a algo atenderé en este escrito es a los versos que hacen indudable dicha consideración. Para lo cual, considero lo más acertado acudir a uno de sus más brillantes poemas: Ítaca.

Es imposible quedar indiferente ante tan breve e intenso escrito. En él, este ilustre poeta le habla a cada persona en concreto. Con simbolismos, pero son abstracciones, fácilmente el lector, como persona que sufre y llora, que ríe y siente, se ve empujada a una serie de emociones que le llevan a la reflexión sobre su propia existencia. Y así, este genio de las letras camina entre la filosofía y la poesía haciendo de sus letras el ingrediente perfecto para replantearnos nuestro propio ser.

El autor. Kavafis

Habiendo vivido la mayor parte de su vida en la ciudad de Alejandría, bien parece que las piedras del lugar, testigos de tanta historia, le trasmitieron el secreto de los antiguos poetas y las reflexiones de los sabios de la antigüedad a partes iguales.

Hablamos de una pluma que elude la expresión emotiva directa, disimula el tono personal y afectivo. Y pudiera ser todo ello motivado por una especial idiosincrasia, altiva y tímida al mismo tiempo. El mismo hombre que renegaba de muchas de sus propias creaciones, era consciente de su capacidad para emocionar. Así como exigente para el mundo de las letras.

De estilo tan incierto como lo era él mismo, su poesía da cabida a la melancolía del pasado, al sentimiento de temporalidad, al recuerdo y a la historia. El sentimiento de la vejez, la muerte y el tiempo son constantes en sus versos. Por si esto fuese poco, también la brevedad y la sencillez de estructura “aparente” confieren a los poemas un matiz inconcluso. ¿Acaso no es ese el ingrediente que permite que cualquier tipo de lector se vea reflejado en sus letras tal como si fuese un espejo?

Sea como sea, hablamos de un genio. Sus poemas, pertenecen a tres campos diferentes: filosófico, histórico y erótico o sensual. Y sea cual sea la temática, ahí nos encontramos los lectores, reflejados. Como si Kavafis conociese al que lee. Como si pudiese anticiparse a nuestras vidas. De esta forma, sus versos son susurros a lo más escondido de nuestra alma. ¿Es posible acaso quedar indiferente? La respuesta para el que lo lea seguramente sea negativa. Y más aún cuando en un breve poema todo lo dicho se une a través de las letras. Ese, precisamente, es el caso de Ítaca 

Ítaca: el poema

El poema Ítaca pareciera estar dirigido al héroe Odiseo durante su regreso a casa. Pero, en realidad, estamos ante el camino del héroe que simbólicamente transitamos durante nuestra vida. En el bello y universal lenguaje de la poesía, el autor nos habla a todos por igual, y nos regala gentilmente un consejo que frecuentemente obviamos. Inmersos en una vida de prisas, de recompensas fáciles e instantáneas, solemos olvidar que el camino, pensado también como cualquier clase de proceso, no soló es motivo de aprendizaje, sino también de disfrute.

Recordaré los versos referidos para, con ello, poder entrar a reflexionar sobre el contenido de este inmortal poema.

 
Cuando emprendas tu viaje a Ítaca 
pide que el camino sea largo, 
lleno de aventuras, lleno de experiencias. 
No temas a los lestrigones ni a los cíclopes
ni al colérico Poseidón, 
seres tales jamás hallarás en tu camino,
si tu pensar es elevado, si selecta 
es la emoción que toca tu espíritu y tu cuerpo. 
Ni a los lestrigones ni a los cíclopes 
ni al salvaje Poseidón encontrarás,
si no los llevas dentro de tu alma,
si no los yergue tu alma ante ti.

Pide que el camino sea largo. 
Que muchas sean las mañanas de verano 
en que llegues -¡con qué placer y alegría!- 
a puertos nunca vistos antes.
Detente en los emporios de Fenicia
y hazte con hermosas mercancías,
nácar y coral, ámbar y ébano
y toda suerte de perfumes sensuales,
cuantos más abundantes perfumes sensuales puedas.
Ve a muchas ciudades egipcias
a aprender, a aprender de sus sabios.

Ten siempre a Ítaca en tu mente.
Llegar allí es tu destino.
Mas no apresures nunca el viaje.
Mejor que dure muchos años
y atracar, viejo ya, en la isla,
enriquecido de cuanto ganaste en el camino
sin aguantar a que Ítaca te enriquezca.

Ítaca te brindó tan hermoso viaje.
Sin ella no habrías emprendido el camino.
Pero no tiene ya nada que darte.

Aunque la halles pobre, Ítaca no te ha engañado.
Así, sabio como te has vuelto, con tanta experiencia,
entenderás ya qué significan las Ítacas.

Con este canto a la vida, Kavafis nos invita a disfrutar del camino siendo compatible con no olvidar ni el origen del que partimos ni el objetivo que nos movió a caminar. Pero no cabe resumir tanta belleza y profundizan en una frase. Como mente inquieta, es casi un impulso intentar desgranar el alcance de tan sublime construcción poética.

La genialidad de Kavafis, cambiar la perspectiva

En la tradición clásica es bien conocida la historia de Ulises u Odiseo. Este héroe, tras 10 años en la guerra de Troya, emprendió el viaje a Ítaca, su isla natal de la que además era rey. A la que tardó en llegar bastante, enfrentandose a numerosas vicisitudes a lo largo de su viaje.

Esta aventura, por sí sola, ha sido tomada como una de las grandes metáforas sobre el regreso, la fidelidad, el reencuentro con el pasado y otras situaciones afines. Y también se ha convertido en un símbolo de cómo a veces debemos enfrentarnos a numerosos problemas durante nuestro camino vital. Pero no hay historia que no pueda reinventarse con un cambio de perspectiva. Y en esto precisamente consiste la genialidad de este poeta.

Más allá de la heroicidad acometida en esta epopeya, Kavafis nos hace mirar esta vieja historia con otros ojos. Con los ojos del caminante. Sin quitarle valor a las metáforas referidas, él destaca el elemento del viaje. Más que hablarnos de la necesidad de volver, de la fidelidad y de los problemas, nos cuenta como este héroe en realidad se enriquece por el camino. Cómo, la misma aventura es un valor en sí, en cuanto que es vivencia.

Con ello, esta nueva perspectiva viene a recordarnos la importancia del camino. Y es que éste, coma ya dijo otro gran poeta, no es otra cosa que producto de nuestro transitar. Así, el viaje es lo que vale. Es fuente de aprendizaje y gozo, por encima incluso del ansiado destino.

La importancia de este cambio de perspectiva radica en que caminante somos todos. Y el camino no es otra cosa que nuestra vida. Con ello entonces, además de Odiseo, cada uno de nosotros puede hacer de su vivir una aventura a la par de la de este héroe, que en este poema está más cercano y vivo que nunca.

La importancia del viaje

Difícilmente es discutible que la vida es un viaje. Kavafis es certero en su metáfora. Pero para comprender la grandeza de su acierto al hablar de éste como un elemento enriquecedor cabe reflexionar lo que implica viajar en este sentido.

Lo cierto es que, aunque todos nos emocionemos con esta metáfora, en la actualidad el sentido del viaje como elemento enriquecedor cada vez es más frágil. Es común en los tiempos que corren que el viaje se organice por agencias. Que sea motivo de diversión. Como resultado ha quedado el viaje como un traslado a otro lugar para ser espectadores de lo que ocurre en él. Lo inmortalizamos en fotografías. Pisamos su suelo. Nos informamos. Nos divertimos. Pero, ¿es este tipo de viaje al que se refiere Kavafis?

¿Qué es un viaje?

La palabra “viaje” etimológicamente deriva del catalán “viatge”. Y esta a su vez del latín “viaticum”, que viene a significar camino. Con ello se nos indica que un viaje no es tanto un desplazamiento físico de un punto a otro como un sendero que depende de nuestra actividad de caminar. Así, el viaje depende de una voluntad de emprenderlo y a su vez de una actitud caracterizada precisamente por la actividad.

En consecuencia, el desplazamiento a otro lugar para ser espectadores del mismo no es un viaje. Pues en el viaje real, somos nosotros los caminantes creadores de un sendero único. Un viaje , si implica desplazamiento, conlleva entrar en otros mundos y vivirlos en primera persona, no como observador. Pero de igual forma, tratándose entonces de una experiencia vital, es posible viajar sin desplazamiento, por ejemplo a través de los libros.

Este precisamente es el tipo de viaje del que nos habla Kavafis. Aquél que nos enriquece en cuanto que es vivido. Ese viaje que nos obliga a caminar y crear senderos. En el que disfrutamos al tiempo que aprendemos. Aquel en el cual las dificultades son lecciones. Y, de esta forma, pasamos entonces a ese viaje que nos es otra cosa que la vida misma.

La lección de Kavafis

Con lo dicho, es fácil percibir como, aunque el poema Ítaca pareciera estar dirigido al héroe Odiseo durante su regreso a casa, en realidad estos versos nos hablan del camino del héroe que simbólicamente transitamos durante nuestra vida. ¿Acaso no somos héroes todos? ¿No se enfrentan ustedes también cada día a una batalla? ¿No escuchan cantos de sirenas que invitan a alejarse de su destino?

Con el bello y universal lenguaje de la poesía este genio nos habla a todos por igual. Pero no se conforma con susurrarnos estos versos, en ellos nos obsequia con toda una filosofía de vida. Nos invita a disfrutar de nuestro viaje viviéndolo desde nuestro presente, sin cargar con el pasado ni dedicados a soñar con el futuro. Kavafis nos invita a disfrutar del movimiento vital que se da en el aquí y el ahora. Eso precisamente es lo que permite que hagamos de este viaje, que es la vida, una aventura memorable. Ítaca “no tiene ya nada que darte”, asegura el poeta nacido en Alejandría, por eso es mejor llegar ahí viejo, habiendo vivido aventuras y experiencias.

Las dificultades del viaje

Hay algo también detacable en la metáfora que nos regala este poeta. No cae en idealismos. Tampoco habla del viaje como un sendero idóneo. Al hacernos responsables del camino por nuestra acción del caminar, el viaje de cada cual será único. Y las dificultades que encontremos, también dependerán en gran medida de hacia donde dirijamos nuestros pasos.

Los Cíclopes, los Lestrigones y la fiereza del dios Poseidón no aparecerán en tu camino si mantienes un “pensamiento elevado”, asegura Kavafis. Por supuesto, el poeta griego sabe que existen dificultades en el camino que no dependerán de nosotros. Nos encontraremos, como dije, con cantos de sirena, que querrán hipnotizarnos para alejarnos de nuestro camino. También aparecerán monstruos que quieran derribar nuestro ánimo. Tempestades que hagan tambalear nuestro barco. Y estos encuentros puede que sean fortuitos, pero no nuestra actitud ante ellos. Y eso precisamente es lo que determinará el resultado de la aventura.

Con esta estrofa Kavafis nos recuerda que los peligros sólo surgirán si los llevamos dentro, si nuestra alma los pone frente a nosotros. Así, el poeta nos recuerda que en muchas ocasiones son nuestros propios demonios los que nos estorban para alcanzar lo que deseamos, de ahí la importancia de convertirlos en aliados. En lugar de enfrentarnos a la sirena debemos ser fuertes para disfrutar de la belleza de su canto sin por ello perder el norte. No hay que evitar tampoco a los monstruos, sino tener la actitud adecuada para domarlos. Si llega la tempestad, pues a agarrar el timón. Pero sea como sea, el resultado del camino depende de nosotros. Si hacemos de nuestros demonios nuestros aliados la aventura queda asegurada.

Cada uno hacia su Ítaca

Siendo el viaje lo importante y producto del que lo lleva a cabo, cada aventura es única, y cada destino también. He aquí la grandeza de Kavafis, que no solo reinventa el sentido de una antigua historia, sino que también reinventa a Ítaca. Pues de golpe, hay tantas Ítacas como aventureros, y esta isla puede ser casi cualquier cosa.

Todos queremos volver a casa, a Ítaca, avistar desde el mar la isla en la que crecimos, volver a ver al chico o la chica que amamos y que nos espera hace tantos años. Por esta razón, la legendaria isla griega, aunque antes era hogar de Odiseo, Penélope y Telémaco, en estos versos pasa a ser la metáfora perfecta del propósito de la vida, de eso que nunca dejaremos de perseguir. Sea volver a nuestro origen o alcanzar un destino desconocido.

Las Ítacas pueden ser casi cualquier cosa. Podrían representar el proceso para lograr una meta o para recuperar algo que hemos perdido. De una forma u otra, son el resultado del acto de transitar por la vida de principio a fin, para finalmente volver al origen.

Como les decía al principio, en este poema hay tanta filosofía como en algunos manuales. Iluminador y sólo aparentemente sencillo, el poeta griego Constantino Kavafis habla sobre la importancia de disfrutar el camino. Y por supuesto de seguir haciéndolo en busca de nuestra propia Ítaca, cualquiera que ésta sea. Y es que el viaje es mucho más delicioso que la llegada al destino final.

Raquel Moreno Lizana.