Menos Twitter y más Pitágoras. Disciplina del silencio.

Por todos es conocido el filósofo y matemático Pitágoras de Samos. El teorema que lleva su nombre nos creó dolores de cabeza cuando eramos pequeños en el colegio. Pero ésto no es lo único que este sabio nos tiene que enseñar.

Además de sus conocimientos matemáticos, de enorme calado en el desarrollo de la disciplina, Pitágoras destaca por ser un maestro de lo más peculiar. Y es que este pensador fue fundador de una escuela que cabalgaba entre la filosofía y el misticismo. Para acceder a ella, y de esta forma a las lecciones de Pitágoras, había que seguir ciertas doctrinas que preparaban a los individuos para recibir sus conocimientos. A veces estas suponían comportamientos y costumbres de lo más peculiares, pero ciertamente todas tienen un sentido filosófico. Precisamente en una de esas doctrinas es en la que me centraré en este artículo, pues ésta supone una importante lección que hace que la filosofía pitagórica sea aún una importante fuente de aprendizaje.

La doctrina a la que hago referencia no es otra que la del silencio. Ateniendo a los tiempos en los que vivimos, posiblemente más necesaria que nunca.

Vivimos rodeados de ruido

Las palabras son los símbolos que guardan lo que en nuestro mundo interior hay de convencional. Cuando se tiene algo importante que decir, lo sensato es callar y esperar. Las ideas brillantes, son hijas de una previa y trabajada reflexión y no de la prisa. Por lo general, la soledad, y el silencio que nace de ella, son condiciones indispensables en la búsqueda de la claridad de pensamiento. Y esto es algo que bien conocía el filósofo de Samos.

Sin embargo, vivimos en una época en la que todos hablan y pocos callan y escuchan. Nuestro tiempo es enemigo de la intimidad y el recogimiento que permite trabajar en silencio el desarrollo de las ideas. Con el auge de las redes sociales todos hablan sin rubor de cosas, incluso si éstas son cuestiones que nunca han analizado.

Todos tenemos opiniones, esto ocurre desde siempre. Pero pocos meditan sobre éstas previamente a emitir un juicio, para que las mismas sean informadas y realmente valiosas para fomentar un diálogo constructivo. En su lugar, las ideas aparecen espontáneamente, sin haber sido meditadas, ni tampoco racionalizadas, con objeto de imponerse más que de avanzar en cuanto a la temática sobre la que se habla. Estamos heridos de muerte por las limitaciones del siglo y envenenados por nuestras nuestras lenguas. Vivimos en una era de constante ruido.

Sobre el ruido

El ruido del que hablo no sale solo de nuestras lenguas. Nos bombardean con constantes noticias, y es tanta la fugacidad de nuestro tiempo que al día siguiente ya no se recuerdan. La sobre-información de nuestra era no nos permite meditar tranquilamente sobre ciertos sucesos, ese es el precio del ruido.

Otra consecuencia de este constante barullo es que quedamos atrapados en él. Y como consecuencia, nosotros también terminamos produciendo más ruido, aumentando el nivel de celeridad de nuestras vidas, y con ello imposibilitando la necesaria calma mental, el imprescindible silencio, que permite el nacimiento de las buenas ideas.

Una muestra de ello, aunque hay muchas otras, es el fenómeno de Twitter. No pretendo señalar especialmente esta red social como culpable de éste ruido, pues el mismo se encuentra inmerso en nuestra vida y presente en otras tantas redes, pero si que nos sirve para ejemplificar la importancia del silencio.

El ruido en Twitter

Todos sabemos que twitter es una herramienta útil y rápida para la comunicación. Pero también que a veces esta ha permitido noticias que hace unos años serían impensables. Y es que, a veces, a través de ella encontramos políticos o personas destacadas en el ámbito intelectual que emiten juicios de valor que han sido objeto de polémicas y largos debates. En ocasiones incluso viéndose obligados a disculparse por lo que anteriormente habían compartido.

En definitiva, lo que podría ser una buena herramienta de comunicación se transforma en una especie de diario donde se escriben ideas si que sean previamente meditadas. Todo en favor de la inmediatez del mundo en que estamos inmersos.

Por supuesto los usuarios también son víctimas y creadores, al mismo tiempo, de este tipo de acciones. Pero es mucho más llamativo cuando encontramos un político acusando a otro o aprovechando una noticia para a través de la red calentar un debate social que tiene la consecuencia que estamos señalando…Ruido y más ruido.

De esta manera lo importante se pierde. Nadie medita, todos opinan rápidamente, pues vivimos en los tiempos de “aquí y ahora”, nada se deja para más tarde con la intención de permitir que el silencio deje reposar las ideas. Así de nuevo, quedamos atrapados en el ruido, y el silencio solo encuentra espacio cuando estamos dormidos.

Nunca estamos solos

Además, con un mundo repleto de posibilidades que aguarda en nuestro móvil hacemos que este ruido no sea un momento de nuestra vida. Más bien lo convertimos en un murmullo constante.

La soledad y el silencio que esta provocan son necesarios y positivos para la reflexión, sin embargo es difícil estar solos. Cuando llegamos a casa después de un duro día de trabajo lleno de ruido podemos entrar en nuestra habitación y disfrutar de esa soledad referida, sin embargo nos conectamos al móvil y de esta forma pasamos del ruido de la vida ordinaria al que surge de las redes. Como resultado no estamos solos en esa habitación, pues nuestra mente sigue conectada a los estímulos que recibimos del mundo virtual. Y de esta forma, hacemos de ese ruido un murmullo constante que no permite el paso del necesario silencio y la quietud mental.

Las consecuencias de nuevo son las mismas, el silencio que no llega se guarda las buenas ideas, la necesaria reflexión de las mismas, y continuamos viviendo a la deriva del ruido.

¿Qué diría Pitágoras sobre todo esto, sabiendo que el valoraba tanto el silencio que se lo imponía durante años a los que querían entrar en su circulo?

La doctrina de Pitágoras

La disciplina del silencio, según Pitágoras , tenía como objetivo algo más que calmar la mente mediante el control de la palabra. Éste sabio pensaba que era un modo de que emergiera la auténtica esencia del individuo, sin artificios. Y es que el ruido al que he hecho referencia en líneas anteriores pertenece al mundo convencional, hablamos de lo que ocurre, de la última tendencia o moda, es un mundo artificial. Frente a él, el recogimiento al que nos lleva el silencio permite que cambiemos de plano mental.

Pitágoras enseñó a cientos de hombres y mujeres que solo cuando nos abstraemos del mundo sensible, de ese mundo lleno de ruido, podemos tomar contacto con el propio yo y alcanzar así la auténtica sabiduría. Tanta importancia le daba a este aspecto que
para acceder a su escuela existía una sola regla impuesta a cualquier alumno: que este pasara previamente cinco años en riguroso silencioso. A aquellos que ya tenían una personalidad serena y centrada, les bastaba “solo” con dos años. De este modo y, según sus propias palabras, el alma humana podía volver a su propio hogar para despegarse de todo artificio u objeto externo.

El principio básico que rige la disciplina del silencio según Pitágoras parte de un hecho esencial. Para éste maestro lo que más nos cuesta controlar a las personas es la lengua. Esta parte de nuestro organismo era, a su parecer, la principal causa de problemas y tragedias personales, así como ese canal mediante el cual traemos sufrimiento a la propia vida. Y posiblemente en cuanto a esto último este en lo cierto. Controlar y elegir bien nuestras palabras no es tarea fácil. Para ello es necesaria la reflexión que surge del silencio. De entonces el protagonismo de éste en su escuela.

¿Cómo aplicar la disciplina del silencio?

Como se ha señalado, en la actualidad la inmediatez de las redes han facilitado la comunicación, pero también a veces el ruido de la misma nos devora. Tal y como señaló Pitágoras muchos de los enfados y malentendidos entre amigos proceden de la mala comunicación y del descontrol de las lenguas. Pero ahora además, y esto no era algo que pudiera imaginar el sabio de Samos, también los debates se encienden con mayor facilidad cuando el ruido se adueña de las redes. Un político cualquiera, por demostrar que está al tanto de la actualidad, emite un juicio de valor sin abrazar previamente el silencio. Sus palabras encienden la mecha, y de nuevo todos nos vemos envuelto en el ruido.

Así pues, cuando Pitágoras nos dice que el silencio es necesario nos enfrentamos a muchas dificultades para poder cumplir tan sabio consejo. Hoy el ruido nos rodea. ¿Cómo podemos seguir esta disciplina para que nuestros juicios sean meditados y no nos traicione la lengua?

Pocos de nosotros podemos cumplir la disciplina del silencio según Pitágoras , tal y como la formuló en su día. Hacer un riguroso voto de silencio durante un lustro no es algo que todos puedan ni quieran llevar a cabo. Sin embargo,  hay estudios como los llevados a cabo en el Departamento de Psiquiatría de la Escuela de Medicina de Harvard (Estados Unidos) que nos señalan algo importante.

Media hora de silencio

Según estos estudios si fuéramos capaces de mantener un riguroso silencio entre media hora o una hora al día, disfrutaríamos de un cerebro más sano, menos estresado, una mente más centrada y un mejor estado del ánimo.

Sin embargo, dada la demanda de actividad de la vida moderna, no seria extraño que estando en silencio pasen por nuestra cabeza imágenes y pensamientos de todo tipo que desemboquen en ruido mental. Por ello, esta debería ser una práctica diaria, y que se lleve a cabo con la intencionalidad de aquietar un poco esos pensamientos. Poco a poco, el silencio se irá haciendo más efectivo.

No obstante, no cabría estar en silencio y con el móvil, o cualquier otro estímulo, ya que como he señalado, de ellos también nace el ruido. Hablamos de entregar media hora diaria a no hacer absolutamente nada, algo que otros autores como Cioran también recomiendan. Será en esos momentos donde podremos entregarnos a la reflexión y apartarnos de tanto murmullo. Incluido este que están leyendo. Así que siendo consecuente con el consejo de este maestro, esta que escribe desconecta una hora, para entregarse a dicho silencio, espero que algunos de ustedes también y que en dicha quietud se hagan más claras las ideas.

Raquel Moreno Lizana.