La inclusión del Otro. Habermas.

En esta obra del alemán Jürgen Habermas se recogen cuatro ensayos escritos después de la publicación de Facticidad y validez (1992). En ellos se plantean cuestiones de indudable interés en la actualidad.

Entre ellos cabe destacar los efectos que se derivan en las sociedades pluralistas. Sabemos que en estas se intensifican las divergencias multiculturales. También se atreverá el autor a analizar las consecuencias para los Estados nacionales que se unen en entidades de mayor envergadura (supranacionales). E igualmente reflexionará sobre las consecuencias para los ciudadanos de una sociedad mundial, que cada vez es más un hecho que una idea.

El tema es de tremenda actualidad. Necesaria entonces esta reseña para fomentar su lectura.

Estructura de la obra

La obra referida se divide en cuatro partes.

  • En la primera el autor nos habla del contenido racional de una filosofía moral basada en el respeto igualitario entre ciudadanos. Habermas insiste en como la desconfianza de la postmodernidad, frente al universalismo homogeneizador, amenaza y malinterpreta el sentido último de su moral basada en un “universalismo” bien entendido.
  • En la segunda parte profundiza en la historia reciente de su país. Respecto a ella trata de contribuir al esclarecimiento de las controversias que surgieron tras la reunificación de Alemania. Sobre esto el autor critica los planteamientos sobre “la nación étnica”. Además de lo cual describe las conquistas históricas del Estado nacional democrático.
  • El tercer apartado trata sobre la realización de los derechos humanos a escala planetaria, global y en el ámbito interno de los Estados. En ella se reivindica una “política del reconocimiento”. Esta se caracteriza por deber asegurar una coexistencia en igualdad de derechos de las diferentes formas de vida en el interior de la misma comunidad.
  • La última parte trata los puntos básicos de la concepción discursiva de la democracia. Con ello desarrolla un modelo normativo de democracia que incluye un procedimiento ideal de deliberación y toma de decisiones. Este será el modelo de la política deliberativa. Dicho modelo responde al propósito de extender el uso público de la palabra a las cuestiones que afectan a la buena ordenación de la sociedad. 

Estamos ante la obra de uno de los filósofos de mayor influencia intelectual. Su producción teórica, especialmente la teoría de la acción comunicativa o la ética discursiva, aporta elementos centrales de la filosofía práctica contemporánea. De ahí elegirla y atrevernos a hacer un breve análisis de las ideas que expone.

Frente al neoliberalismo: Radicalización de la democracia.

La propuesta del alemán parte de una posición crítica frente al neoliberalismo. A su juicio, este reduce el campo de la política. Además cree que también hace prevalecer la teoría económica sobre las demandas éticas de las personas. Por ello, considera que este modelo no es el adecuado para mediar en las relaciones sociales. De ahí dar el paso hacia una nueva forma de liberalismo ético-político, que sustituirá el protagonismo de una razón instrumental a una dialógica.

Desde este punto de vista, el sistema social está formado fundamentalmente por dos niveles: el económico y el político. Ambos tienen lógicas independientes. Sin embargo, el primero se impone sobre el segundo debilitando al sistema democrático. Así se “cuela” este aspecto en “el mundo de la vida”. Lo cual genera un sistema que no produce equidad social.

Frente a esta situación, Habermas aporta un proyecto con una concepción ética que se afirma en la esfera del reconocimiento intersubjetivo y en la dignidad implícita a la condición de persona. Esta idea cree que genera una democratización profunda de la sociedad civil y la ciudadanía.

Con ello se pretende superar la instrumentalización de la democracia. Además implica proponerla como un sistema que puede ser perfeccionado con la participación de todos los ciudadanos. Por ello es posible afirmar que uno de los principios de esta propuesta es la radicalización de la democracia. Pues incluye el respeto de las minorías a partir de reconocer la dignidad de cada individuo, aceptándolo como interlocutor válido desde la condición de ciudadano.

Esta línea de acción está sustentada en un proyecto emancipador. En este proyecto se busca la articulación de una vida digna, de acuerdo a criterios de justicia que puedan ser compartidos por todos.

La importancia de la acción comunicativa

Lo fundamental en este sentido es la cuestión moral. Esta se expresa en una nueva acción comunicativa. Su objetivo es terminar con la alienación política generada por el sistema económico.

Esta radicalización de la democracia, tiene la característica de ser dialógica y asimétrica. Dicho cambio permitiría, según el alemán, el desarrollo de una ciudadanía crítica y solidaria que genera nuevos procesos discursivos de participación de la sociedad civil en la política. Lo cual a su vez espera que permita corregir las distorsiones provocadas por el modelo neoliberal.

En este marco conceptual es en el que hay que entender su propuesta sobre la emancipación social y la inclusión del “otro” desde la acción comunicativa.

A su juicio, esta emancipación solo será posible realizarla sin violencia en el contexto de las democracias constitucionales. Lo cual se haría acentuando la dimensión moral de las mismas a través de las acciones comunicativas de la sociedad, que se llevan a cabo a partir del derecho. En esta realidad política sería posible pensar en la inclusión del “otro”.

Responsabilidad con “el otro”

Para Habermas, el contenido racional de una filosofía moral basada en el respeto igualitario para cada individuo, descansa en una responsabilidad universal que cada uno tiene por el “otro”. Por ello, plantea un universalismo sensible a la diferencia. En este sería necesario abarcar a la persona del “otro”.

Así se formaliza una propuesta a cada ciudadano para que sea solidario, y responsable con los demás. Lo cual desembocaría en una situación que lleva a considerar a otras personas como uno de “nosotros”, en el contexto de una comunidad más amplia.

El filósofo considera que la comunidad moral comprende el término de la exclusión a partir de la incorporación de los marginados. De ahí que la comunidad deba ser abierta. Y una de las posibilidades para lograr este objetivo estaría dada por la potencialidad de aplicar la teoría de la acción comunicativa como herramienta para buscar una solución a los problemas de los derechos humanos y la exclusión social. A lo cual habría que añadir la necesidad de abrir un diálogo intercultural que dé paso a un nuevo universalismo.

Nuevo Universalismo

Este nuevo universalismo lo podemos entender como transcultural. Pues, permite que la diferencia no sea una dificultad, sino una potencialidad que enriquece el diálogo. Por consiguiente, el mismo se transforma en el sustento moral que permite superar la diferencia y las situaciones de exclusión.

Desde esta postura cuestiones como el etnocentrismo étnico o nacionalista, supondría la negación de la acción comunicativa. Y por tanto, la imposibilidad de una comunicación intercultural. Dado que mantendría las relaciones asimétricas fomentando la inequidad.

No obstante, la consideración que se requiere para que estas ideas se conviertan en un hecho es una “incorporación sensible a las diferencias”. Es por ello por lo que se exige una separación entre el plano político-jurídico y la parte ética.

Si bien es cierto que los grupos y subculturas se integran desde una perspectiva ética con su respectiva identidad colectiva, la integración política se realiza en una esfera más abstracta. Lo cual implica no solo una integración de tipo formal, sino moral.

A este respecto el filósofo considera que la inclusión del “otro” debe comprenderse en relación con la noción de la ciudadanía. Claro que igualmente, señalará que no se puede sobrepasar los derechos individuales plasmados en los derechos humanos. Los cuales serían el fundamento del Estado de derecho democrático.

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Habermas.

Además, debemos considerar que cualquier orden jurídico representa nociones de vida particular y no solo derechos universales. Para este autor, esta situación se refleja en el problema de las identidades individuales vinculadas con las colectivas, las cuales logran su equilibrio a partir de una red cultural cohesionada. Esa red no es otra cosa que una cultura política que debe dar cuenta del bien común.

Por ello será necesario que el Estado permita el desarrollo de una ciudadanía en la que los individuos sean corresponsables en las decisiones del ámbito público. Esto despertaría una conciencia solidaria que eliminaría su dependencia. En esta situación, la ciudadanía debe estar fundada en hacer valer los derechos civiles, económicos, sociales y políticos.

Identidad posnacional

Desde esta óptica, la mirada de un patriotismo constitucional no puede estar situada en lo étnico, cultural o en un nacionalismo. Este patriotismo se contextualiza en los principios democráticos de una Carta constitucional que respeta los derechos humanos y proporciona un estatus de ciudadano. Lo cual estaría más allá de la situación legal o jurídica de los individuos.

Este patriotismo constitucional conlleva la aceptación de diversas formas de vida y culturas. Estas, a su vez,  tienen cabida en el contexto de una república que no excluye sino que refuerza el sentimiento de pertenencia a una ciudadanía inclusiva y participativa.

Este proceso se ve consolidado por el fenómeno de la globalización. Según el filósofo, dicho proceso exige, para ser viable, una identidad postnacional. Que debería incluir valores de corte universal que trascienden la propia cultura. Para hacer posible este proceso, la cultura mayoritaria debe desprenderse de su situación histórica excluyente.

Así para Habermas, el pluralismo es posible en una cultura política republicana que permita cohesionar a una sociedad. Lo cual obliga al respeto a las diferentes formas de vida heterogéneas. Entonces se articularía, democráticamente, una sociedad multicultural. En ella, la identidad colectiva tendría que poseer las características de supranacional o postnacional. Esto último, permitiría, a su juicio, la compatibilidad con el pluralismo que contenga las identidades nacionales.

Identidad y pluralismo

Como consecuencia de lo expuesto, Habermas propone un “patriotismo constitucional”. El cual sería la respuesta a una identidad colectiva más amplia, que pueda incluir a los ciudadanos de una sociedad diversa.

En este aspecto sostiene que los procesos de diferenciación social obligan al individuo a desempeñar diferentes roles en la vida. Y es que la identidad no es algo determinado e inmutable. Así, la identidad individual no necesariamente coincide con la construcción social, pero sí es complementaria. Los individuos, a juicio de Habermas, no estarían sujetos a un único código de cultura, sino que de acuerdo a las circunstancias optarían por uno u otro.

No obstante, el alemán parece entender que la nación representa una forma moderna de identidad colectiva, producto de una tradición histórica. Pero también plantea la posibilidad de una identidad colectiva en el marco de un proyecto profundamente democrático, y fundamentalmente de respeto de los derechos humanos. Esto implica que no debe situarse el sentimiento de pertenencia a una nación o comunidad por encima de la lealtad a la nación de ciudadanos que nos incluye a todos. Hacer lo primero, trae como consecuencia la represión.

Así pues, para Habermas, el pluralismo es posible en una cultura política republicana que permita cohesionar a una sociedad. Que implica necesariamente el respeto a las diferentes formas de vida y tradiciones culturales heterogéneas. Se articularía, democráticamente, una sociedad multicultural donde la identidad colectiva tendría que poseer las características de supranacional o postnacional. Con ello permitiría la compatibilidad con un pluralismo que contenga las identidades nacionales. De ahí que el patriotismo constitucional debe fundamentarse en un régimen político democrático y no en los conceptos de una comunidad étnico-nacional.

Teoría discursiva

Este planteamiento será posible si se construye un sentido fuerte de ciudadanía, junto a un uso ético de la razón práctica. La fuerza de este debe residir en el poder comunicativo que se ejerce en los espacios públicos. Y que, por cierto, es parte de la competencia ciudadana.

En definitiva, Habermas se basa en una crítica al ideario del neoliberalismo. En este la calidad de ciudadano está determinada por los derechos subjetivos frente al Estado y otros ciudadanos. Es decir, son derechos negativos. Para la tradición republicana el estatus de ciudadano significa libertades en sentido positivo. Esto es, la posibilidad de participar y comunicar. Sin embargo, la razón de ser del Estado no radica primordialmente en un proceso inclusivo de formación de opinión y de la voluntad común.

En cambio, una política deliberativa solo cobra una referencia empírica cuando tenemos en cuenta la pluralidad de formas de comunicación en las que se manifiesta una voluntad común. Las mismas comprenden: auto-comprensión ética, elecciones racionales de medios en relación a un fin…. Para el liberalismo el proceso se lleva a cabo bajo la forma de compromisos entre intereses. Para el republicanismo bajo la forma de una auto-comprensión ética.

Entre el liberalismo y el republicanismo.

La teoría discursiva que propone el autor toma elementos republicanos y liberales. Los integra en el concepto de un procedimiento ideal para la deliberación y la toma de soluciones. Esta comprensión ética, centrada en el derecho, puede renunciar al supuesto de una ciudadanía capaz de actuar colectivamente. La teoría discursiva asocia al proceso democrático connotaciones normativas más fuertes que el modelo liberal. Pero también más débiles que el republicano.

Para la tradición liberal el proceso de formación de la voluntad democrática tiene exclusivamente la función de legitimar el ejercicio del poder. En cambio, en el republicanismo, la formación de la voluntad democrática constituye la sociedad como una comunidad política.

Con la teoría discursiva entra en juego una idea distinta. La racionalización significa más que la mera legitimación, pero menos que la constitución del poder. El sistema político es un subsistema especializado en la toma de decisiones colectivamente vinculantes. La soberanía popular surge de las interacciones entre la formación de la voluntad común y los espacios públicos movilizados culturalmente.

¿Por qué leer esta obra?

En definitiva, en La inclusión del otro se toman en consideración los distintos problemas del mundo contemporáneo. Que constituirán los contextos de aplicación de los principios democráticos de la política deliberativa: la progresiva integración de los mercados internacionales, la diversidad cultural de las sociedades contemporáneas, el repunte de los sentimientos nacionalistas…

Habermas afronta la cuestión del creciente pluralismo de culturas y formas de vida en las sociedades modernas desde los presupuestos de la democracia deliberativa. En base a ello propondrá que la política de una democracia ante los problemas que plantea la “globalización” debe dirigirse hacia la “inclusión del otro”, con independencia de su procedencia cultural. Para que las vías de acceso a la comunidad política estén permanentemente abiertas las instituciones públicas deben estar desprovistas, en el mayor grado posible, de connotaciones morales densas. Y para ello, debe adoptar los rasgos procedimentales del derecho moderno.

Así, frente a cualquier tentación de exclusión, Habermas aboga por un “patriotismo constitucional”. En este,  los ciudadanos se identificarían con los principios de la propia constitución como una conquista de la historia de su país. Pero, al mismo tiempo, concibirían la libertad de la nación de manera universalista. Se trataría, de una comprensión cosmopolita y abierta de la comunidad política como una nación de ciudadanos.

En conclusión, esta obra invita a la importante tarea de integrar al “otro” en un proyecto común. Para lo cual usa el diálogo como medio para solucionar cuestiones que nos implican a todos. Independientemente entonces de las soluciones que propone, es de necesaria atención para atender muchos de los problemas que aún hoy nos aquejan.

Raquel Moreno Lizana.