Meditaciones del Quijote. Fenomenología de la percepción y de la cultura.
“Hemos de buscar para nuestra circunstancia, tal y como ella es, precisamente en lo que tiene de limitación, de peculiaridad, el lugar acertado en la inmensa perspectiva del mundo. No detenernos perpetuamente en éxtasis ante los valores hieráticos, sino conquistar a nuestra vida individual el puesto oportuno entre ellos. En suma: la reabsorción de la circunstancia es el destino concreto del hombre”
Ortega y Gasset, José. Meditaciones de Quijote. 1914 (Lector…)Pg. 13. Ed. Gredos
Desde que Ortega comenzara a defender el programa de europeización de España hasta que le da forma definitiva en su pensamiento en Meditaciones de Quijote hay un cambio fundamental que afecta a cuestiones centrales en su filosofía y en su teoría de la cultura. Puesto que lo que Ortega procura es proporcionar a los españoles un conjunto de ideas desde las que cambiar la realidad, es de suma importancia atender a dicho ideario.
Ortega y la filosofía alemana
Esto conduce a examinar necesariamente la relación que tuvo Ortega con la filosofía que se hacía en Alemania, en Marburgo, donde llegó después de breves estancias en Leipzig y en Berlín, en cuyas universidades no halló lo que estaba buscando. La influencia neokantiana se hará notar desde el segundo viaje alemán (1907) hasta el tercero (1911).
No obstante, fue a raíz de su contacto con la fenomenología de Husserl, en su tercer viaje a Marburgo, ya siendo catedrático de metafísica de la Universidad Central de Madrid, que comprende que la filosofía neokantiana cae en el mismo error que la filosofía racionalista desde su fundación moderna: no deja ser a las cosas. La posición que mostrara en Meditaciones de Quijote muestra que Ortega ha modificado su inspiración filosófica: no ya el neokantismo, sino la fenomenología de Husserl, como acabamos de señalar. Ésta le proporcionaba una interpretación de los principios de la cultura menos incompatible con las formas culturales españolas, en donde venía predominando lo sensible sobre lo ideal, lo individual sobre lo genérico.
El lema de Meditaciones bien pudiera ser: elevar la vida individual al logos. Y el instrumento para llevarlo a cabo era una doctrina del concepto muy diferente a la kantiana. Prefiere una propuesta respetuosa con las cosas mismas y que cumpliera el requisito de Ortega, manifiesto en estas mismas páginas “La razón no puede aspirar a sustituir a la vida”. La vuelta a las cosas mismas es la inspiración que hay que buscar tras los dos ideales que centran la propuesta orteguiana: el reconocimiento de los límites y relaciones de las cosas como fuentes del sentido; y la aceptación de la circunstancia.
Vida con cultura y cultura de la vida
Aun así, cabe señalar que aunque el texto surge en la disputa sobre la concepción de la cultura con Don Miguel de Unamuno, y su objeto último es una reforma de la sociedad española, lo cierto es que en Meditaciones del Quijote se levanta una filosofía propia que no está circunscrita únicamente a la circunstancia de la península. Y es que en ella Ortega hará un esfuerzo por salir de las abstracciones del idealismo de la razón pura, al que se refiere como subjetivismo. En lugar de ello buscará articular una síntesis entre una razón que sirva a la vida y una vida empapada de principios y valores de la cultura.
Así, entonces aporta una obra en la que la fenomenología no aparece en un sentido colegial, sino integrada en la exposición de un pensamiento único que será donador de una fenomenología de la percepción que nos trasladará a una de la cultura con aplicaciones prácticas. De esta forma, la obra referida aún hoy puede mostrar una senda para solucionar muchos de los problemas que aquejan en la actualidad a la misma sociedad.
FENOMENOLOGÍA DE LA PERCEPCIÓN
En el prólogo de esta obra, titulado “Lector…” el autor se dirige a la sociedad española, especialmente a los jóvenes. Su objetivo será reconstruir un pueblo que no esté gobernado por los odios, intentando la reforma de la sociedad basada en un amor que hace de fuerza unificadora. Así es que Don José nos dice:
“Yo quisiera proponer en estos ensayos a los lectores más jóvenes que yo, únicos a quienes puedo, sin modestia, dirigirme personalmente, que expulsen de sus ánimos todo hábito de odiosidad y aspiren fuertemente a que el amor vuelva a administrar el universo”
Ortega y Gasset, José. Meditaciones de Quijote. 1914 (Lector…)Pg. 5. Ed. Gredos
Con ello, nos señala la función práctica de la obra. Pero pronto, en el desarrollo de sus ideas, veremos que estas implican una filosofía para nada circunscrita a un territorio concreto, sino de carácter universal. Así es que, pocas páginas después, entrará a analizar el concepto de cultura y con ello entramos de lleno en un pensamiento ligado estrechamente a las influencias husserlianas señaladas. En cuanto a esto último será entonces necesario esbozar brevemente algunos de los elementos más destacados que serán coincidentes entre el filósofo alemán y el madrileño.
Ir a las cosas mismas
Es necesario partir de la base de que la fenomenología husserliana implica el “ir a las cosas mismas”. Podría resumirse como la toma de actitud honesta del filósofo que intenta superar el idealismo y el subjetivismo para dar al objeto y al sujeto un régimen común que pueda dar con el sentido de la realidad. Un régimen común que por cierto en Ortega se traducirá como el mundo como horizonte y circunstancia más que como materia o espíritu, como tendré ocasión de desarrollar.
Con este objeto, en la fenomenología husserliana se hará la distinción entre una actitud natural u ordinaria y otra reflexiva. En la primera no se pone en cuestión el mundo que se nos presenta, es la que tenemos en nuestro día a día. Y la otra actitud (que sería propiamente fenomenológica) es aquella en la cual se buscará lo que se esconde tras la percepción dada.
La fenomenología se preverá de esta segunda actitud para descubrir la vida y describirla traspasando los límites de la apariencia. Con ello irá a la génesis o al principio de las cosas y a la actividad que a esta subyace. Es decir, supone una vuelta a las cosas mismas. Esto en primera instancia supone la distinción entre dos mundos, uno físico que funciona bajo la ley de la causalidad, y otro humano cuya semilla es el significado. Respecto a esto Husserl propone una metodología que haga posible pasar de un mundo a otro posibilitando la descripción de la vida humana sin mezclar ambos asuntos, pero integrándolos en la realidad humana.
Método fenomenológico
Este método se basará en un primer momento en lo que llama “epojé” y “reducción”. La epojé, implicará poner entre paréntesis la realidad percibida, que se nos presenta en un estar ahí. Este poner el mundo entre paréntesis supondrá eliminar el carácter doxico y el nivel creencial del mundo. Pues la experiencia inmediata en la actitud ordinaria implica un mundo como producto de la fe en lo que nos otorgan nuestros sentidos. Al ponerlo entre paréntesis y deshacernos de la creencia fundamental en la realidad física (que sería la actitud natural) se procederá a llevar a cabo la reducción fenomenológica que supondrá reconducir o dirigir lo percibido hacia su fundamento, hacia aquello en lo que se genera.
Ejemplo de reducción fenomenológica
Como ejemplo cabría tomar el caso de una plantación de olivos. Imagínese el lector que cuando va por la carretera ve en el paisaje un conjunto de olivos ordenados y en distancias parecidas. En la actitud ordinaria se le presenta como una realidad dada, independiente, en la que cree como producto de su predisposición natural. Mas si pone entre paréntesis lo percibido (epojé) y aplica la reducción buscará el origen y la condición de posibilidad de lo que se le presenta. En ella descubrirá que no hay una realidad fija, sino que esta plantación se reconducirá al trabajo de los campesinos, pasados y actuales, que permiten y dan razón de ser a lo que percibe el observador.
Es decir, la plantación de olivos no tiene realidad en sí, sino que bajo ella se encuentra la realidad última, una vida y actividad humana que le otorga su sentido y significado. Así como el camino debe su existencia a los caminantes que son su condición de posibilidad, tal y como señalará Machado en su poema, la plantación remite a otros humanos y actividades de la vida ordinaria. Esto será aplicable a todo aquello que se le presenta, con la pretensión de alcanzar el sentido último del mundo.
Ortega y la reducción a la circunstancia
En este mismo sentido, así como se ha reconducido la plantación de olivos al trabajo de los campesinos y con ello a la actividad humana, Ortega en la obra referida reconducirá el mundo a horizonte y a la perspectiva humana en la cual este se genera. De ahí que en el mismo prólogo con el que hemos comenzado nos diga:
Ortega y Gasset, José. Meditaciones de Quijote. 1914 (Lector…)Pg. 13. Ed. Gredos
“…todo lo que hemos aprendido parece abstracto, genérico, esquemático. No sólo lo parece: lo es. El martillo es la abstracción de cada uno de sus martillazos”
En esta última frase podemos observar perfectamente como un objeto físico ha sido reconducido a su actividad humana. El martillo no se da como realidad en sí, sino que es reconducido a lo que le otorga su sentido como tal, que no es otra cosa que el martillear. Con ello estamos ante la reducción fenomenológica de un objeto que en la actitud ordinaria se da aparentemente como pleno, pero que tendrá su condición de posibilidad en el sentido otorgado por el individuo. Sentido que sólo puede ser alcanzado poniendo la realidad del martillo entre paréntesis y optando por una actitud fenomenológica (frente a la natural) que ya señalábamos al hablar del pensamiento husserliano.
Estamos entonces en el plano de lo que el alemán llamara fenomenología trascendental. Pero Ortega no acaba aquí, pocas líneas más adelante, haciendo gala de grandes capacidades literarias, escribirá:
Ortega y Gasset, José. Meditaciones de Quijote. 1914 (Lector…)Pg. 13. Ed. Gredos
“Los que viven junto a una catarata no perciben su estruendo; es necesario que pongamos una distancia entre lo que nos rodea inmediatamente y nosotros, para que nuestros ojos adquieran sentido”
Giro hacia la vida
Esta retirada a la que alude es precisamente ese cambio de actitud frente al mundo, dejando a un lado la actitud natural o ingenua, basada en la confianza en los sentidos, para pasar a una reflexiva, que permita ver que el camino no es una realidad dada sino que remite a la actividad del caminante o que la plantación de olivos tiene su razón de ser en la actividad de los campesinos. Con este alejamiento, por tanto, finalmente llegaremos a la verdadera vida humana, que es el objeto de reflexión del filósofo madrileño. Pues no apostará por una vida al servicio de la razón, sino por un raciovitalismo, que pone la vida verdadera como la protagonista de su discurso, como veremos en líneas posteriores.
Cabe señalar igualmente que el giro ante el que nos encontramos implica que la realidad es reconducida a nuestra vida y no se da como algo determinado sino en función de la perspectiva. Algo esencial en la filosofía de este autor. Así es que en este mismo texto al que nos estamos refiriendo dirá:
Ortega y Gasset, José. Meditaciones de Quijote. 1914 (Lector…)Pg. 13. Ed. Gredos
“No existen más que partes en la realidad; el todo es la abstracción de las partes y necesita de ellas. Del mismo modo no puede haber algo mejor sino donde hay otras cosas buenas, y sólo interesándonos por éstas cobrará su rango lo mejor. ¿Qué es un capitán sin sus soldados? ¿Cuándo nos abriremos a la convicción de que el ser definitivo del mundo no es materia ni es alma, no es cosa alguna determinada, sino una perspectiva?”
Mundo como horizonte
Como el lector percibirá, Ortega está aplicando de igual modo que hizo con un objeto concreto, el martillo, esta misma actitud fenomenológica a la realidad en su conjunto. Y con la última pregunta de este fragmento da la clave de esta actitud, en la que no se da el enfrentamiento entre sujeto y objeto tanto como la superación del idealismo y el subjetivismo al otorgarles a ambos un campo en común.
Así como el martillo depende de la actividad humana como la que le otorga su sentido y sustenta su realidad como tal (pues en sentido físico solo es un conjunto de átomos), el mundo dependerá del sentido otorgado por el humano. Con lo cual, podemos reconducir su realidad a la perspectiva eliminando las polaridades del subjetivismo y objetivismo.
Claro que hay que avisar de que la conversión del mundo en horizonte no restará realidad a él, pues así como es horizonte también es algo del sujeto, dependiente del mismo, con lo cual es real. Lo que sí implica claramente es que este horizonte varía de acuerdo a mi movimiento y con ello mi perspectiva. Ésto apoya la idea de que no es algo determinado y fijo sino que se da en referencia al sujeto. Ante esta postura algunas voces han llegado a confundir este pensamiento con el relativismo, mas no cabe tal confusión.
Perspectivismo sin relativismo
Sobre esto último es necesario señalar que no nos habla Ortega de una perspectiva individual para cada uno que nos ponga ante el desconocimiento de una realidad verdadera. Pues cuando reconduce al mundo a la actividad humana, el mundo se convierte en un conjunto de referencias o remisiones que me dan la perspectiva desde la que lo concibo, pero, tomando el ejemplo anterior, al ser el campo de olivos relativo al trabajo de los campesinos no hablamos de una verdad para cada uno (que es lo que caracteriza al relativismo) sino de una proposición aceptable por todos. Con lo cual en todo caso se trataría de relatividad y no relativismo.
De lo que se trata pues en última instancia es que esa perspectiva lo es de algo, así como la conciencia también va dirigida a algo. Siendo así, ser en referencia a algo no quita realidad, sino que nos desvela un sentido último como hemos señalado en líneas anteriores.
Fenomenología en “el bosque”
Estas ideas además, nos presentan una fenomenología de la percepción en cuanto que supone un análisis de lo que se nos presenta para reconducirlo a su condición de posibilidad.
Algo que queda clara y bellamente expuesto en las páginas de esta obra, especialmente en su Meditación Preliminar con la metáfora del bosque. Atendamos a ella para analizar el alcance de la misma e introducir otros elementos de suma importancia en el pensamiento orteguiano.
“Tengo yo ahora en torno mío hasta dos docenas de robles graves y de fresnos gentiles. ¿Es esto un bosque? Ciertamente que no: estos son los árboles que veo del bosque. El bosque verdadero se compone de árboles que no veo. El bosque es una naturaleza invisible-por eso en todos los idiomas conserva su nombre un halo de misterio. Yo puedo ahora levantarme y tomar uno de estos vagos senderos donde veo cruzar a los mirlos. Los árboles que antes veía serán substituidos por otros análogos. Se irá el bosque descomponiendo, desgranando en una serie de trozos sucesivamente visibles. Pero nunca lo hallaré allí donde me encuentre. El bosque huye de los ojos”
Ortega y Gasset, José. Meditaciones de Quijote. 1914. Meditación preliminar. (El bosque) Pg. 21. Ed. Gredos
Implicaciones de la metáfora del bosque
Dejando a un lado la incuestionable belleza de este fragmento, si retomamos lo expuesto hasta ahora es posible afirmar que al situar al bosque fuera del alcance de la vista, el análisis de la percepción implica una actitud fenomenológica. Pues de estar en la actitud natural no cabría cuestionarse lo que subyace a la arboleda.
Con ello, el mundo natural, los árboles y los distintos elementos del bosque, pasan a estar estructurados por el que percibe. Siendo de nuevo reconducida la realidad al sujeto, pues con esta concepción del bosque lo espacial es un acto del sujeto cognoscente, que tal y como indican sus palabras “huye de los ojos”, ya que no estamos la actitud ordinaria.
Espacialidad dependiente del observador
Ortega nos introduce la idea de que lo espacial será un acto del que observa, y como vemos el movimiento del protagonista del sujeto desgrana parcelas de la realidad, distintas perspectivas. En el conjunto de todas ellas estará el mundo, que se nos escapa. Idea que por cierto tendrá consecuencias en su teoría de la verdad en cuanto que esta aparecerá como de carácter intersubjetiva al darse como conjunto de distintas perspectivas, como tendremos ocasión de ver.
Cada parcela del bosque aparecerá como una posibilidad humana, y el desarrollo de esta metáfora servirá para añadir elementos a tener en cuenta en la fenomenología de Ortega. Acudamos a sus propias palabras:
“Los árboles no dejan ver el bosque, y gracias a que es así es, en efecto, que el bosque existe. La misión de los árboles patentes es hacer latente al resto de ellos, y sólo cuando nos damos perfecta cuenta de que el paisaje visible está ocultando otros paisajes invisibles nos sentimos dentro de un bosque”
Ortega y Gasset, José. Meditaciones de Quijote. 1914. Meditación preliminar. (Profundidad y superficie) Pg. 22. Ed. Gredos
Conciencia de…
Probablemente es posible considerar este fragmento como uno de los esenciales para comprender todo el sentido de la fenomenología de la percepción que se nos presenta en esta obra.
Si retomamos lo expuesto hasta ahora, hemos aclarado que el mundo ha pasado a articularse en relación con nuestra experiencia. Siendo así, tanto para Husserl como para Ortega, nuestra subjetividad pasa a ser intencional en cuanto a que esta dirigida a las estructuras del sentido.
A este respecto, cabe decir que la intencionalidad en fenomenología sería a grandes rasgos la condición esencial de la conciencia, el movimiento de la vida que nos lanza hacia el mundo. Esto implicaría que todo lo que se aparece “aparece a…” y que toda conciencia es “conciencia de…”.
De esta forma y siendo el mundo una perspectiva y el campo del significado y no de la materia (en concordancia con la distinción husserliana entre el mundo físico y el humano), en Ortega aparecerá lo que llamará “un mundo ejecutivo” y otro “virtual”. Algo que desarrollará también en su obra “¿Qué es filosofía?” (1929).
Mundo ejecutivo y virtual. Lo patente y lo latente
Esta distinción está estrechamente ligada a la que se establece en el fragmento referido. Ese mundo ejecutivo (el de la naturaleza, que se me da como algo aparte) se me daría como “lo patente”. En el caso del texto al que nos referimos si acudimos a la metáfora son los árboles que observa directamente el protagonista.
Pero tal y como nos indican estas mismas líneas, el bosque no es lo patente, sino que, bajo las percepciones que recibe el observador, este sería “lo latente”, que remitirá a una cualidad de lo virtual, que se adquiere en virtud de un acto del sujeto. Es decir, llevará una realidad vivida.
Estamos ante la reconducción a un nuevo sentido. Con ello tenemos que la realidad del bosque tendrá en su base la actividad del sujeto cognoscente. E igualmente la verdad implica un desvelamiento de un sentido que se oculta tras la percepción o actitud ordinaria que referíamos al principio de este escrito.
Desvelamiento
En este sentido cabe destacar que dentro de esta teoría de la percepción de la realidad y a través de la referida metáfora del bosque, Ortega incluye su teoría de la verdad, pues esta pasa a ser desvelamiento. Y es que ésta des-oculta y con se desvela el trasmundo: la verdadera densidad de la realidad.
Con esto se nos presenta una realidad cuyo ser es realmente una posibilidad nuestra. Y así Ortega alcanza el sentido propio y profundo de la fenomenología: la realidad tiene que ser reconducida a su verdadero sentido, es decir, a nuestra vida. Pero aún cabe preguntarse de qué forma se presenta la naturaleza fugitiva (lo latente). Será, entonces, necesario completar el análisis de la experiencia de lo latente.
El escorzo
Respecto a esto Ortega afirma que la realidad se nos da como realidad en escorzo (espacial y temporal). Con el ejemplo del bosque, analiza qué cosa sea el escorzo de la profundidad espacial; y advierte que, en la medida en que estamos intentando verbalizar la constitución de la realidad (del bosque), estamos ya expresando en conceptos qué es el bosque en realidad para el sujeto.
Por un acto del individuo, el mismo observador “sitúa” lo lejano y lo cercano en una realidad virtual. De ésta manera, lo espacial (los sonidos o la distancia para el que oye) es un acto de la propia conciencia, así como lo será también lo temporal, otro rango coincidente con la fenomenología de Husserl, que comienza precisamente sus estudios respecto a este campo a causa de la concepción del tiempo. En este sentido nos dice el propio Ortega:
“La dimensión de profundidad, sea espacial o de tiempo, sea visual o auditiva, se presenta en una superficie. De suerte que esta superficie posee en rigor dos valores: el uno cuando lo tomamos como lo que es materialmente; el otro cuando lo vemos en su segunda vida virtual. En el último caso la superficie, sin dejar de serlo, se dilata en un sentido profundo. Esto es lo que llamamos escorzo. El escorzo es el órgano de la profundidad visual; en él hallamos un caso límite, donde la simple visión está fundida con un acto puramente intelectual”
Ortega y Gasset, José. Meditaciones de Quijote. 1914. Meditación preliminar. (Trasmundos) Pg. 27. Ed. Gredos
Desde el escorzo a la cultura
En este fragmento es perfectamente apreciable las influencias husserlianas a las que aludimos anteriormente. Pues en él apreciamos la distinción entre ese mundo que se da en cuanto material, que no sería más que un conjunto de átomos sin significado, y que, al tiempo, aplicando una actitud fenomenológica nos presenta un sentido profundo.
En esa profundidad es en la que sitúa el escorzo al que se refiere y que nos abrirá con la aparición del concepto a su teoría de la cultura. Mas antes de entrar en ella cabe aclarar a qué se refiere con el escorzo. En efecto, éste es el órgano de la profundidad, de lo latente. En fenomenología no hay nada percibido cuyo modo de donación no sea escorzo. Es ése precisamente el modo de darse de la realidad material; y ello es así porque el escorzo es parte constitutiva de la misma. De ahí que Ortega señale que el mundo patente, la superficie, tiene dos valores: cuando lo tomamos en su materialidad, es decir como algo aparentemente fijo que no es más que un conjunto de átomos; y cuando lo vemos en su segunda realidad virtual.
Y, ¿qué es definitivamente la cultura? Para Ortega ésta es el conjunto de sentidos que es la estructura latente del mundo. Es decir, se da como el conjunto de referencias que son otorgadoras de un sentido. Son estas distinciones los elementos esenciales que nos llevan desde una fenomenología de la percepción a una de la cultura, todo un logro en la obra del filósofo madrileño que será el objeto de reflexión del siguiente apartado.
Fenomenología de la cultura
Hemos visto que tras las “verdades de Perogrullo”, aparentes y asumidas como reales por la actitud natural, se escondería una realidad por descubrir, siendo la condición de posibilidad de lo que se presenta a la percepción el trabajador de los olivos y no el olivar, el caminante y no el camino….Con ello hemos llegado a la distinción entre el ámbito natural/mundo ejecutivo y el ámbito del espíritu, que en Ortega hemos llamado mundo virtual.
En principio la distinción parece clara, pero lo cierto es que en el mundo ordinario ambos aspectos están mezclados. Aún así, cabe señalar que en el campo del espíritu será en el que situemos la cultura, algo que coincide también con la filosofía de Husserl, incluso el término que elige en alemán “Geist” es coincidente precisamente con ese sentido. Pues mientras que el de la naturaleza se rige por la causalidad este no. De hecho, concretamente, funcionará por motivación. Siendo así, la cultura para Ortega supone igualmente una perspectiva, mas no de carácter individual.
Mundo compartido
Con Ortega la realidad ha pasado a reconducirse a la perspectiva del sujeto cognoscente. Y detrás de la realidad física hemos encontrado la actividad humana, es decir el mundo de la vida. De nuevo tras el martillo hemos hallado el martillear, tras la plantación de olivos los trabajadores que posibilitan su existencia…
Pero retomando el ejemplo que poníamos al principio de este escrito, cuando decimos que la plantación de olivos remite a los trabajadores del campo, no reconducimos esa realidad a un trabajador concreto, sino a todos los presentes y los que ya no trabajan allí pero también lo hicieron. Con lo cual estamos ante una razón que además de vital es histórica y nos conduce hacia una perspectiva, pero no del individuo aislado, sino que nos integra en una colectividad.
De igual forma que el caminante de un camino es condición de posibilidad del mismo junto a todos los que lo transitaron, lo transitan y lo transitarán, cuando nos situamos en el mundo este se me aparece en relación con los otros. Y el conjunto de las referencias que se da en las relaciones entre todas las partes remitirá a la cultura. Hablamos de un ámbito trascendental, o trasfondo de la realidad, que será donadora del sentido de la misma. Podría decirse quizá que la cultura pasa a ser así la urdimbre que forma el tejido y la trama del mundo de la vida.
Razón vital y cultura
Siendo así, el mundo pasa a concebirse como un conjunto de referencias o remisiones que son donadoras de la perspectiva desde la que el sujeto lo concibe. De esta forma, la cultura, que como dijimos no pertenece al mundo natural o ejecutivo sino que está en el plano espiritual, pasa a convertirse en aquel bagaje gracias al cual el hombre se hace humano.
En este sentido, si el ser humano y la realidad han sido reconducidos a la actividad de la vida, el ser humano no es tampoco ya un ser dado y fijo, sino que se construye en interacción con sus circunstancias; la vida es drama, acontecer continuo. En consecuencia frente a la razón abstracta o pura que pretende ver las cosas en esencial inmutabilidad, Ortega pugnará, como señalamos al principio, por la razón vital, que aprehende al humano en constante mutación.
De esta forma la cultura es aquella tradición constituida en el devenir que permite al hombre vivir, así como el andar de otros caminantes nos permite transitar un camino. Con ello rechaza en cierta medida a la cultura como algo fijo y casi sacralizado por las corrientes más racionalistas, por el contrario esta aparece como una función vital cuya finalidad es en cierta medida transvital. Y es que, como se dijo al principio, Ortega no apuesta por una vida al servicio de la razón, sino que la vida misma es el objeto de su discurso apostando por el raciovitalismo que desarrollará en obras posteriores.
El concepto
Estas ideas quedan patentes especialmente en la Meditación Preliminar cuando trata el concepto. Atendamos en este sentido a sus propias palabras:
“El concepto no puede ser como una cosa sutil destinada a suplantar las cosas materiales. La misión del concepto no estriba, pues, en desalojar la intuición, la impresión real. La razón no puede, no tiene que aspirar a sustituir la vida”
Ortega y Gasset, José. Meditaciones de Quijote. 1914. Meditación preliminar. (El concepto) Pg. 42. Ed. Gredos
Con la introducción del concepto queda patente la relación entre su fenomenología de la percepción y de la cultura. Y es que, así como la porción antes invisible de la realidad se hace reconocible gracias a la reducción fenomenológica, que pone de manifiesto el sentido de lo que se nos presenta, el concepto precisamente es lo que permite apresar dicho sentido.
Si acudimos al ejemplo del bosque que el mismo Ortega refería en estas páginas, mientras que los árboles (lo patente) se manifestaban de manera directa por los sentidos, el bosque se nos escapaba. Mas la aparición del concepto o la idea del bosque que remitía a la perspectiva y al sujeto cognoscente desvelaba el verdadero sentido de lo percibido para apresarlo. Habiendo remitido este al sujeto que observaba, la idea y el concepto, tal como se señala en el texto, se convierte en perspectiva. Y siendo la realidad una realidad compartida, como ya se ha señalado, estas perspectivas darán lugar al trasfondo común que es la cultura. Consecuentemente, la cultura será perspectiva pero no individual, sino en el contexto de una intersubjetividad, en la que todo esta relacionado.
La cultura como claridad
Así, ejemplificado con el concepto, la cultura en esta obra de Ortega es ante todo la “claridad” , en cuanto a que nos permite “apresar” lo que antes se nos escapaba. Ésta claridad será plenitud y enriquecimiento para la vida.
Con ello vemos que, en el conjunto de esta obra, su teoría de la cultura plantea la búsqueda de una dialéctica entre vida y cultura, de modo que una no suplante a la otra, apostando por la espontaneidad de lo real a la realidad de los objetos culturales. En este sentido es recomendable acudir de nuevo a sus propias palabras:
“Cultura no es la vida toda, sino sólo el momento de seguridad, de firmeza, de claridad. E inventan el concepto como instrumento, no para sustituir la espontaneidad vital, sino para asegurarla”
Ortega y Gasset, José. Meditaciones de Quijote. 1914. Meditación preliminar. (Cultura.-Seguridad) Pg. 44. Ed. Gredos
En definitiva, al remitir la realidad a la perspectiva humana Ortega en sus Meditaciones nos recuerda que la vida se nos da bajo una especie de intimidad, pero sin llegar al solipismo ni al relativismo. La vida entonces pasa a ser una vida personal y no un concepto abstracto.
Cultura viva, trasfondo del yo
El alcance de este principio es enorme pues con él lo real se manifiesta en formas individuales, hacia donde cabe dirigir la mirada, así la filosofía pasa a ser así un “ir a las cosas mismas” como ya apuntamos con Husserl. Mas en este sentido hay igualmente que destacar que habiendo remitido la realidad a la perspectiva del individuo hemos llegado a la identificación de este con su circunstancia. Pero para ello es necesario que haya previamente una experiencia de la sociedad desde la que emerge la conciencia de la propia individualidad. Es decir para que el individuo transite un camino otros deberán haberlo hecho antes y, como no, lo harán también con él otros.
Siendo así es necesario que se dé un marco donde la cultura pueda asentarse y convertirse, de acuerdo con lo que pretendía las Meditaciones, en experiencia viva, pues es ella el trasfondo de realidad de la vida misma. Así la individualidad se desarrolla a partir de un contexto social ya formado con el que el sujeto se encuentra y la finalidad del yo no sería tanto una cuestión de radicalidad sino más bien el resultado de un trato con el mundo que se realiza desde la perspectiva.
No a la “beatería de la cultura”
El alcance por tanto de la concepción de cultura de Ortega es enorme, pues lo desarrollado no apunta solo a una antropología filosófica, a una concepción del hombre en el mundo, sino que su concepción de cultura es radicalmente opuesta a la de pensadores de corte ilustrado y tiene un alcance enorme en cuanto a sus aplicaciones prácticas.
Siendo así, y aunque su concepción de la cultura varía a lo largo de toda su trayectoria filosófica, acudiremos a otro de sus textos para que quede patente la particular relación de su concepción de la cultura con la vida misma, que está en consonancia con el resto de su pensamiento. En su obra Ensimismamiento y alteración nos dice:
“Pero la más grave en esa aberración intelectualista que significa «la beatería de la cultura» no es eso, sino que consiste en presentar al hombre a la cultura, el ensimismamiento, el pensamiento, como una gracia o joya que este debe añadir a su vida, por tanto, como algo que se halla por lo pronto fuera de ella y como si existiese un vivir sin cultura y pensar…”
Ortega y Gasset, José. Ensimismamiento y alteración. 1939. Pp.46. Ed. Alianza Editorial.
Apunte en cuanto a su relación con la fenomenología
En el momento en que Ortega escribió este texto ya había manifestado su separación de la corriente fenomenológica, pero los últimos estudios al respecto señalan que esta separación no se dio tanto como que Ortega desconoce toda la obra de Husserl y accede a malas interpretaciones de la misma en cuanto que lo califican de idealista. En los últimos años, descubriendo lo que el profesor Javier San Martín llama “el nuevo Husserl” podemos comprobar que Ortega se mueve en la línea de un quehacer fenomenológico, pues adoptó esta filosofía no de modo escolar, sino en cuanto a la mirada desde la cual analiza las cuestiones filosóficas.
A pesar de este apunte, centrándonos en el concepto de cultura, en este fragmento se hace evidente como el autor no comparte la concepción de la cultura como algo separado de la vida, pues como se ha venido exponiendo, su concepción del mundo y de la realidad implican a la cultura como el tejido que entrelaza la vida humana.
Pensamiento dirigido a la vida
En definitiva, de esta forma, la vida aparece como quehacer cultural y remitirá al tiempo el aspecto vital de las cosas, evitando así la mitificación de la cultura. Con lo cual supone la razón dirigida a la vida pero no dirigiendo la vida.
Esta idea de cultura nos llevará a una aplicación práctica del pensamiento aquí presentado, pues como dijimos al principio de este escrito, Ortega se dirige especialmente a una España que necesita reformarse, con lo que añade una función práctica (en el sentido ético y político) a la fenomenología desarrollada en su ensayo y que bien nos servirá aún a las generaciones presentes y futuras. No podía ser de otra forma, pues al reconducir el mundo y el sujeto cognoscente a la circunstancia, Ortega pasa a mirar precisamente la circunstancia española, pero eso ya es otra historia.
Basta tener presente por hoy la importancia de no enfrentar lo vital y lo racional, haciendo con ello a la cultura el trasfondo en el que podamos desenvolvernos, estando formada a su vez por la conjunción de nuestras diferentes perspectivas. Una cultura viva es el resultado, cuya concepción posiblemente merece ser meditada en los tiempos que corren. Su importancia no es poca, pues como dijera Don José:
“no vivimos para pensar, sino que pensamos para lograr subsistir o pervivir”
Ortega y Gasset, José. Ensimismamiento y alteración. 1939. Pp.42. Ed. Alianza Editorial
Y desde la perspectiva de este filósofo, la cultura precisamente puede ser la aliada para conseguir este último objetivo.
Raquel Moreno Lizana.