Julían Marías y Unamuno. ¿Qué será de mi?
Julián Marías y Unamuno son dos de los grandes intelectuales del pasado siglo.
De hecho, es posible afirmar que Julián Marías, tras Unamuno y Ortega, es uno de los grandes personajes intelectuales de nuestro tiempo. Si ha habido un defensor original de la noción de persona destacado en el panorama filosófico español en la última mitad del siglo xx es este pensador. Los estudios del mismo son tremendamente ricos y productivos para la reflexión. En este artículo me centraré en la que puede considerarse su obra: Antropología Metafísica. En ella parece recogerse el resultado de toda una vida dedicada a esta disciplina y un trabajo cuya importancia no es nimia. Sus páginas recuperan el tema central de sus estudios: la vida humana como realidad radical.
En dicha obra se presenta la idea de que cada persona es una realidad radical, que no puede reducirse a la condición “cosa”. En cada una existe una realidad única, solo de ella. Por ello no podemos hablar de la persona sólo en el sentido biológico pues, fundamentalmente, esta es biográfica. Ese alguien corporal o persona no solamente acontece, sino que está unido a una orientación hacia el futuro, a una tensión hacia adelante que es la vida.
A la persona le pertenece un elemento de irrealidad que es condición para poseer un grado de realidad incomparablemente superior al de toda cosa. En su antropología, desde la estructura empírica, Julián Marías desgrana todas sus categorías antropológicas. Destacando que la manera real primaria de estar es a través del cuerpo, que descubre desde la sensibilidad.
JULÍAN MARÍAS
A Julián Marías, justamente conocido como filósofo por derecho propio, se le considera un discípulo de su maestro José Ortega y Gasset. Así como otros antiguos alumnos de Ortega, como Xavier Zubiri y José Gaos. Lo que no es tan sabido, es que Marías se consideraba también un“discípulo intelectual” de Miguel de Unamuno.
En este artículo, trataré de dar una visión resumida de la relación de Marías con Unamuno. Mostrando que Marías desarrolla su teoría de la persona humana en su principal obra sistemática, la Antropología metafísica, al adoptar como propia la pregunta básica de Unamuno: “¿Qué va a ser de mí?”. En lo que sigue se intenta estudiar y poner de manifiesto como la obra, de corte más personalista, de Unamuno se mantiene viva en este autor. Marías adoptará sus preguntas sin abrazar tendencias cercanas al irracionalismo, como hiciera el bilbaíno. Sino que intentará responderlas al modo de Ortega.
El tema de la obra elegida es de gran alcance y necesario estudio. Confío en el interés de cualquier lector, ya que en el estudio de la persona humana los protagonistas somos nosotros mismos. Podemos decir que además en ella parece darse una continuación de la filosofía española, tan ensombrecida como él mismo estudió en algunos de sus ensayos, ya que el tema de España fue recurrente en su obra. En definitiva, vemos como en Marías se encuentra el punto de unión de dos de las mentes más brillantes de la península en los últimos años, Unamuno y Ortega. En ella el hombre es de nuevo protagonista de la reflexión filosófica. No puede dejarnos entonces indiferentes, somos los protagonistas de las páginas que motivan este trabajo.
PUNTO DE PARTIDA: EL UNAMUNO POR HACER
El joven Marías creía que alguna relación parece existir entre la obra de Unamuno y la filosofía, pero que tendrá que esperar su momento para recibir respuesta. Con ello nos invita a pensar que quién fue Unamuno no está hecho y concluso. Ni él ni su obra están terminados, sino que dependen de otros para su conclusión, de personas aún por venir. La importancia de su obra, paradójicamente, depende de lo que será. Después de todo, ¿no son Tales de Mileto y los otros pre-socráticos considerados como filósofos a causa de Platón y Aristóteles, que vinieron después y que los reconocieron como tales? El sentido último de algunas de las intuiciones de Unamuno no será conocido a menos que se saquen -si se sacan- sus consecuencias extremas.
Así, una respuesta suficiente a la pregunta acerca de la relación de Unamuno con la filosofía sólo se encontrará en el Unamuno que está por hacer. Es tarea de la filosofía contemporánea dar una respuesta a cuál de los “Unamunos” posibles será el que perdure entre nosotros. Que la respuesta esté en el futuro es la señal misma de la fecundidad, importancia y significación del autor.
Una de estas líneas que continúa el legado del bilbaíno queda manifiesta en la obra de Marías. Como ya he manifestado en la introducción, la pregunta “¿Qué va a ser de mí?”, que resume en gran parte algunas de las inquietudes de Unamuno, tiene el suficiente peso en la obra como para dedicarle atención en estas páginas. Y es que, posiblemente, en el fondo la búsqueda incansable de la persona en Marías persigue responder a esta intriga. Para ello hace uso de una forma más parecida a la de Ortega, pero sin olvidar la importancia de los interrogantes de Unamuno.
De ahí que en este punto, para comprender la relación a la que hacemos referencia, es necesario hacer una pausa para describir algunos de las ideas más destacadas en este sentido, y que ejercerá notable influencia en el protagonista de este ensayo.
UNAMUNO Y ORTEGA
Indudablemente Unamuno y Ortega tuvieron un temple muy distinto. Pero aún con sus diferencias coincidieron en otorgar un valor fundamental a la reflexión sobre la vida humana y los problemas de la existencia.
-Unamuno y el hombre de carne y hueso
El pensamiento de Unamuno hizo del hombre de carne y hueso el centro de su reflexión filosófica. Más allá de abstractas definiciones sobre lo humano, se interesó por la realidad concreta del hombre que nace, sufre y muere, sobre todo muere aunque quiera vivir. Tómese como prueba sus propias palabras:
“Y este hombre concreto, de carne y hueso, es el sujeto y el supremo objeto a la vez de toda filosofía, quiéranlo o no ciertos sedicentes filósofos”
UNAMUNO,Miguel. Del Sentimiento trágico de lavida. Ed. Losada (1964)pp.7
A juicio de bilbaíno, la filosofía, que es la búsqueda de una visión unitaria de las cosas, brota de nuestro sentimiento respecto de la vida misma. Y, en su caso, surge del llamado sentimiento trágico de la vida.
En la línea de autores como Kierkegaard, don Miguel prefirió buscar la verdad y no la razón de las cosas. También como él, prefirió enfrentarse con los problemas radicales de la existencia. Aun a riesgo ser acusado de falta de argumentos científicos. Él mismo, que también había experimentado la idolatría del cientifismo, aceptó de buena gana que calificaran su pensamiento de mera poesía y rechazó siempre que trataran de etiquetarle. En definitiva, para él,la vida siempre fue primero, luego la teoría.
-El sentimiento trágico de la vida
Para Unamuno el sentimiento trágico de la vida es punto de partida de la filosofía. Este surge del ansia de no querer morir que anida en el fondo de nuestro ser y de una razón que nos dice “no” ante la idea de la eternidad. Su obra Del sentimiento trágico de la vida se orienta a esclarecer el alcance de ese sentimiento vital. Pues a juicio del autor, comprender la vida exige acogerse a la luz de la muerte, que es su término natural y su fin. Como un despertar de la inocencia, don Miguel prefiere “poner vinagre en las heridas”, antes que eludir los problemas y temores que habitan en nuestro interior.
Advierte que con frecuencia, en el transcurso de la vida, se depositan en cada uno de nosotros capas que nos generan una extraña insensibilidad para lo esencial y un excesivo afán por lo superfluo. Esto es en lo que ocurre con la cuestión del fin de nuestra propia existencia y de la posible pervivencia, tema que se elude u olvida. Por ello Unamuno entra en contacto directo con su lector para que él mismo examine su propia existencia bajo parámetros más profundos. Y es que a su juicio, una vida que no se somete a examen cae en la inautenticidad.
Recordemos que el conflicto trágico se produce porque la razón empeñada en demostrar la inmortalidad, no es capaz de ofrecer pruebas convincentes. De hecho, para don Miguel los múltiples argumentos que a lo largo de la historia se han desplegado no son más que pura palabrería. Muy a su pesar, su razón le grita: “no”, no hay nada después de la muerte.
-La búsqueda del problema eterno
Ahora bien, el escepticismo de Unamuno en este punto, como para los antiguos, no implica abandonar la búsqueda. Por el contrario él se empeña en investigar, en seguir indagando sobre el problema eterno, aunque sea por otras vías distintas. Quiere dialogar con ese “¿Y si quizá…?”, “¿y si, a pesar de todo…?” que habita en cada uno de nosotros. Quiere responder en definitiva a la pregunta “¿Qué va a ser de mi?”. Pues la razón no apaga los anhelos, ya que el deseo de no morir continúa. Queremos perseverar con duración indefinida, de ahí que nos aferremos a la vida. Atendamos a sus propias palabras para vislumbrar tales intenciones:
UNAMUNO,Miguel. Mi religión. Biblioteca Virtual Universal 2003
«Y bien, se me dirá, “¿Cuál es tu religión?” Y yo responderé: mi religión es buscar la verdad en la vida y la vida en la verdad, aún a sabiendas de que no he de encontrarla mientras viva; mi religión es luchar incesante e incansablemente con el misterio; mi religión es luchar con Dios desde el romper del alba hasta el caer de la noche, como dicen que con él luchó Jacob. No puedo transigir con aquello del Inconoscible o Incogsnoscible, como escriben los pedantes, no con aquello otro de “de aquí no pasará”. Rechazo el eterno ignorabimus. Y en todo caso, quiero trepar a lo inaccesible»
Con tales intenciones, Don Miguel, llevado por el principio de autenticidad, desvelará en la obra referida sus más profundos deseos y temores. Confiesa que lo que realmente anhela no es que su espíritu separado del cuerpo sea inmortal. Sino que prefiere seguir perviviendo, prolongando esta vida, la suya. De hecho ni siquiera puede imaginarse lo que significa la aniquilación y por ello mismo no le parecen realmente consoladoras aquellas doctrinas que diluyen nuestro yo en un vago panteísmo, donde el individuo se funde en una Totalidad difusa e imperecedera. Entonces, ¿qué hacer ante el fracaso de la razón lógica para responder a este deseo?
-Sed de inmortalidad
Unamuno apuesta en este punto por abandonar la vida racional y adentrarse en la vía más alejada. Así es que casi abraza el irracionalismo, pero las reflexiones resultantes no son poca cosa.
Desde esta perspectiva, imagina de un modo poético el máximo de pervivencia que el fondo anhela: la pervivencia de todo lo existente, no sólo la del propio yo. Dando rienda suelta a su imaginación y expresando sus deseos sin límite, el máximo de pervivencia para todos los seres, se plantea también los mínimos irrenunciables. A su juicio, el mínimo de pervivencia al que se aspira, es a dejar recuerdo en la mente de otros individuos. Los artistas y los escritores buscan perpetuarse en su obra, por pequeña que sea. Es el modo de prolongar la vida, de seguir viviendo en el recuerdo de los otros.
-Ética del sufrimiento compartido
Explicado este sentimiento trágico de la vida, este abrazo entre la razón que dice no y el corazón que grita sí, don Miguel quiere además derivar una ética que oriente su acción de modo que, del fondo del abismo pueda surgir la esperanza y la solidaridad. Y es aquí donde la conciencia del sufrimiento compartido, la compasión ,se convierte en fuente de la moral. La toma de conciencia del carácter desvalido del ser humano, del sentimiento de la propia contingencia, de lo que nos une más que separa, lleva a sentirse vinculado con los demás y concernido en un destino común. La común desdicha impulsa los sentimientos de humanidad y la solidaridad.
Dicho de otro modo, la máxima moral de Unamuno, que toma como referencia esa pervivencia anhelada, se podría formular del modo siguiente: obra de tal modo que merezcas a tu propio juicio y al delos demás la eternidad, obra de modo que no merezcas morir. Es decir, obra como si hubieras de morirte mañana, pero para sobrevivir y eternizarte, para dar de sí cuanto puedas. De este modo, la conducta se convierte en la mejor prueba del anhelo supremo y la práctica sirve de prueba a la doctrina. Es posible entender así que Unamuno no quiso instalarse en una desesperación que paraliza. Sino que, desde la reflexión sobre la muerte y por adentrar la filosofía en la vida y someterla a examen, quiso impulsar una vida comprometida con la realidad. Con ello se presenta buscando la creación de sentido y de valores constructivos.
-Ortega y la razón vital
Tan fecundas son estas ideas que también la filosofía de Ortega presenta puntos en común con Unamuno, aunque carezca del tono trágico del vasco y su particular incidencia en nuestro destino mortal.Ortega advirtió muy pronto la necesidad de que la reflexión filosófica estuviera presente en su contexto inmediato. No quería como Unamuno limitarse a renunciar a la “razón pura” y la teoría. Pero reconociendo lo valioso de los interrogantes que el escritor planteó, Ortega vendrá a reivindicar una razón vital, como sustituta de esa razón pura.
Ortega sentía la necesidad de que la filosofía estuviera en la vida inmediata, en la propia circunstancia. La filosofía no debía convertirse en literatura, pero tampoco debía limitarse a ser un saber dedicado a especialistas. Más allá de tecnicismos, quiso hacer de la claridad su sello de identidad como filósofo y hacer comprensibles los problemas filosóficos que a todos nos atañen. Esta es la vertiente ilustrada de Ortega, su insistencia en la necesidad de iluminar y difundir el pensamiento. Lo cual refleja su convencimiento sobre la importancia de crear hábitos intelectuales que favorezcan el análisis y la crítica, imprescindibles para conformar un clima de diálogo racional.
Unamuno y Ortega ejemplificaron, cada uno a su manera, el papel que puede desempeñar el intelectual que quiere que el público piense por su cuenta. Si Unamuno se preocupó por el “hombre de carne y hueso”, Ortega se interesó por el ser humano y su circunstancia vital. Junto al esfuerzo orteguiano por hacer presente la filosofía en la vida, la misma vida se convierte pronto para Ortega en la realidad radical. Es decir, la realidad a la que deben referirse las otras realidades.
-Raciovitalismo
Sin embargo, esta atención a la vida no implicaba identificarse con determinados vitalismos. A su juicio, el racionalismo era rechazable por el abuso de la razón. En cuanto al vitalismo consideraba que era una expresión ambigua. Sólo se identificaba con esta corriente en cuanto se hace de la vida el tema central, pues no quiere perder las conquistas realizadas por la razón. En vista de ello, Ortega varió su vocabulario y hablará de “raciovitalismo”. Esto es, de la doctrina de la razón vital, de la razón viviente y de la razón histórica. El propósito de estas expresiones es mostrar que la filosofía es esencialmente “filosofía de la vida”.
Para Ortega la desconfianza en la razón se debía a la identificación esta con la razón pura, con una “razón abstracta” o una científica. El abandono del racionalismo tradicional y del cientifismo no significa por su parte la aceptación del irracionalismo. Sino, más bien, la necesidad de transformar ese concepto de razón pura. Así la sustituye por una que emerge de la vida y si “pienso es porque vivo”. Con ello, la vida humana es la realidad radical en el sentido de que es la realidad básica y que todas las demás realidades se dan dentro de ella.
-Vida como proyecto: llamada a la autenticidad
Ahora bien, Ortega no concibe la vida como si fuera una cosa o una realidad estática. Vivir será coexistir, convivir con una circunstancia, con lo que está alrededor de mí. Por tanto, no hay un vivir en abstracto, sino una vida humana hecha por situaciones. Entre ellas habrá circunstancias dadas que no elegimos, pero siempre habrá un espacio, por pequeño que sea, que nos permite elegir entre distintas opciones. De ahí que no haya fórmulas, ni reglas fijas para hacer nuestra vida. Sino que cada cual decide constantemente lo que quiere ser, construye así la suya propia. Nuestro auténtico ser nos obliga entonces a trazarnos un proyecto o programa vital.
En este punto, Ortega, como Unamuno, también desprende de estas ideas una máxima ética de su concepción de la vida. La de Ortega también consiste en una llamada a la autenticidad : sé lo que eres. Invitándonos a ser fiel al proyecto vital. La esencia de la vida consistirá entonces en desear más vida, en buscar una vida más plena. Pues, la vida humana es imposible sin ideal. Como en el caso de Unamuno, la reflexión sobre la vida y sus límites conlleva una dimensión ética, constructora de sentido y que llama a la plenitud.
En definitiva, Ortega prefirió vitalizar la razón y enraizarla en la vida. Consideraba que las circunstancias de su tiempo requerían construcción y síntesis más que enfrentamiento y escisión. Por ello, Ortega exigía pensar la cultura para la vida, en vez de la vida para la cultura. A ello dedicó todos sus esfuerzos, respondiendo fielmente a su vocación filosófica. Sin duda, le movía la aspiración a un ideal, a una meta. En su caso el objetivo fue pensar desde la vida, en su contexto y circunstancia. Sustituir al sujeto pensante de Descartes, desvinculado de la vida, por un sujeto vinculado a la realidad concreta de la existencia. Su aportación en este sentido puede ser considerada un inestimable legado para la sociedad contemporánea.
-Someter la vida a examen
En definitiva, a pesar de las diferencias entre ambos autores, Unamuno y Ortega representaron un modo particular de hacer filosofía, que atendía al hombre de carne y hueso, o a este y sus circunstancias. Consecuentemente, unas filosofías que no puede prescindir del mundo de los afectos y los sentimientos, de los ideales y temores, de su historia, de sus proyectos y de su compromiso ético con la realidad en la que vive. Por este motivo, cabe decir que, como el mismo Ortega ejemplifica en su vida, la filosofía tiene como misión ampliar los horizontes de la razón moderna y atender a la perspectiva de lo histórico y lo cultural, integrando la razón vital con la razón histórica.
El pensador español advirtió que el rasgo más importante de la vida humana es que se inventa a sí misma en el transcurso de la Historia. Queda seguir esa Historia, sin olvidar que la vida humana es imposible sin un ideal que impulse a metas altas. Invita así a continuar con ese reto. Objetivo aún en el presente en el sentido en que la filosofía de hoy sigue teniendo la tarea con la que se inició en Sócrates: someter la propia vida a examen. Dentro de los que asumen ese reto hay que encuadrar a Julián Marías. Este filósofo usará los elementos en este apartado descritos para hacer una panorámica de la persona y de su vida, representando quizá un nexo entre los dos genios que le precedieron en el tiempo.
-¿Qué va a ser de mí?
El presente fragmento esta seleccionado de la transcripción de una conferencia dictada por Julián Marías, que no utilizó para ello texto escrito, la edición se mantiene así en estilo oral. Madrid, 2000. Edición: Ana Lúcia C. Fujikura. En http://www.hottopos.com/).
“La Filosofía y la Ciencia llevan milenios preguntando qué es el hombre. No es la pregunta adecuada. La pregunta no puede ser esta, es más bien: ¿Quién soy yo? Y otra pregunta que es inseparable de esta, que no se puede evitar y que, en cierto modo, son dos preguntas adversas porque, en la medida en que se contesta a una, la otra queda en suspenso o en cierta inseguridad: ¿Qué va a ser de mí? Como les decía a ustedes, las dos son necesarias, pero, en cierto modo, si yo sé quién soy, quiero decir, si me veo como tal persona, como ese quien, como ese yo, irreductible, entonces la vida aparece como algo inseguro y no sé qué va a ser de mí. Y si buscando esa seguridad, una relativa seguridad que yo necesito para poder vivir -para poder vivir en inseguridad necesito un mínimo de seguridad en que apoyarme- si yo creo que sé que va a ser de mí, es que me he interpretado de una manera general y abstracta, entonces ya no sé bien quién soy yo”
Estas palabras fueron pronunciadas por Marías en una conferencia en Madrid. En ellas es posible ver la estrecha relación entre su concepción de persona con la pregunta que da sentido a muchas de las obras de Unamuno, como la antes referida Del sentimiento trágico de la vida. Desarrollaré las implicaciones de la misma para captar toda la significación de esta cuestión en la antropología de Marías.
Miguel de Unamuno es el representante de la línea existencialista o personalista de la filosofía española, y el desarrollo de estas ideas está orientado precisamente a buscar respuesta a la cuestión que titula este apartado. Influenciado por autores como Kierkegaard, su pensamiento manifiesta, como en el apartado anterior he esbozado, una constante lucha entre razón y fe, sentimiento y razón. De ahí que en realidad los conceptos más recurrentes y que resumen en mayor grado sus obras sean inmortalidad, muerte, combate, angustia…
Pocos han sabido expresar esa congoja ante el futuro desconocido de manera tan bella, desarrollada entre recursos literarios que llenan de dramatismo sus inquietudes. Es esto el incansable hambre de inmortalidad que caracteriza su obra. Unamuno reconoce que ese temor a la desaparición total es el sello de todo hombre. A su parecer nuestra vida está inevitablemente orientada a un futuro, pero el horizonte de la muerte provoca esta agonía que proviene del querer perpetuarse. De ahí esta pregunta dramática: ¿qué va a ser de mí? Don Miguel no da el salto de fe, quiere creer pero su razón lo niega. Asistimos así a una lucha que se da en todo hombre, que se niega ante la posibilidad de su desaparición y con ello da a su vida tintes trágicos.
Pero, ¿qué importancia tiene esto para la obra de Marías? Ese será el tema a desarrollar del siguiente punto, más habiendo leído las propias palabras del fragmento añadido podemos intuir que sin caer en el irracionalismo, al analizar la vida humana y la persona, Marías aceptará esa orientación al futuro. Tal y como diseñaba la filosofía del bilbaíno.
JULIÁN MARÍAS Y SU RELACIÓN CON EL PENSAMIENTO DE UNAMUNO
Marías fue un gran estudioso de la obra de Unamuno, al cual dedicó varios ensayos. Nuestro protagonista insistió en destacar la visión que se tenía del bilbaíno. Lo consideraba como uno de los novelistas contemporáneos más innovadores, y en cuyas novelas es posible encontrar su más original y fecunda filosofía.
-Elevar la obra literaria de Unamuno a filosofía
La última vez que Unamuno fue el tema directo de una obra de Marías fue en 1964, el año del centenario de Unamuno. En un ensayo titulado La meditatio mortis, tema de nuestro tiempo, publicado en 1968 dentro del volumen titulado Nuevos ensayos de filosofía. En este Marías advirtió que los filósofos tienen pendiente tomarse en serio el tema de Unamuno, compartan o no su pensamiento.
La idea de Unamuno era que la cuestión personal para cada uno de nosotros es: « ¿Qué va a ser de mí cuando me muera?». Pasados más de veinte años, Marías seguía estando sustancialmente de acuerdo con su afirmación, en el libro Miguel de Unamuno, de que el maestro don Miguel se acercó más a una visión filosófica de la vida al imaginarla en sus novelas, que tratando de pensar o razonar sobre ella en El sentimiento trágico de la vida.
MARÍAS, Julián. Miguel de Unamuno. Ed: Espasa Libros.Ed.1980
«La obra de, Unamuno, sobre todas sus novelas, ha sido la más profunda y perspicaz presentación de la realidad de la muerte o del sentido de la vida perdurable.»
En la época en que Marías escribió su libro, consideraba necesario elevar la obra de Unamuno al nivel de filosofía. Un nivel postulado por ella y al mismo tiempo olvidado a favor de una mayor apreciación en términos literarios. No habiendo surgido todos los resultados «teoréticos» de otros a partir de su precursor, Marías llevó a cabo repetidas tentativas de elevar las obras de Unamuno a la filosofía.
-Teoría de la vida humana desde las preguntas de Unamuno
Con ello destaca como necesario que la teoría filosófica de la vida humana llegue a sus últimas consecuencias, sin evitar un tratamiento adecuado del problema de la muerte y la inmortalidad. Sería un error fatal prescindir de tal exposición si pretendemos enfrentarnos filosóficamente a las cuestiones básicas de una teoría de la vida humana. Ante tal “necesidad”, el propio Marías llevará a cabo la tarea. Por ello, emprendió la escritura de una teoría de la vida humana que incluía el planteamiento de estas preguntas decisivas en diciembre de 1968. Se dedicó a ello durante dieciséis meses seguidos. El resultado fue la Antropología metafísica. En ella, él mismo sacará las conclusiones filosóficas implícitas en los escritos de Unamuno.
Con esta obra, Marías se sitúa en las fronteras de la antropología filosófica, en la que añade reflexiones que podrían abrir camino a futuros desarrollos teóricos de la filosofía. En otras palabras, en el encontramos recogida el trabajo de toda una vida al estudio de la teoría de la vida humana. Gran aportación será a este respecto el énfasis puesto de ese nivel de realidad que llamó “estructura empírica de la vida humana”.
En sus dos capítulos finales, titulados «La mortalidad humana» y «Muerte y proyecto», encontramos el desarrollo de lo que estaba apuntado en 1947 en su Introducción a la filosofía. En ambos estudios, la influencia de Unamuno es evidente. Por ejemplo, en la Introducción a la filosofía Marías escribía:
MARÍAS,Julián. Introducción a la filosofía. Madrid, Revista de Occidente. 1947.Edición digital a partir de Madrid, Revista de Occidente, 1947 (Viuda de Galo Sáez). En Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, 2012. http:www.cervantesvirtual.com
«(…) lo primero que es menester saber, aquello de que depende la vida en su integridad, en si eso que me pasa cuando muero es que no pasa nada, o bien me pasa haber muerto y, por tanto, haber quedado. En otros términos, si el hombre, simplemente, deja de vivir, o si efectivamente muere.»
También de esa fuente en él mismo libro:
«El problema de la muerte y la pervivencia lleva necesariamente a preguntarse por el ser de la persona que vive y muere, y por la Divinidad como fundamento suyo.»
Las dos preguntas radicales e inseparables cuya respuesta pretende dar en la Antropología metafísica de Marías eran: ¿Quién soy yo? y ¿Qué va a ser de mí? Esta obra será objeto de estudio del apartado siguiente. Ella pone de relieve que es posible decir que Unamuno suministró a Marías las preguntas últimas, mientras que Ortega le dio el método para responderlas. ¿Cuál es el resultado de esta conjunción? Ese es precisamente el tema a desarrollar en las líneas que siguen.
ANTROPOLOGÍA METAFÍSICA
En esta obra queda manifiesto que el objetivo último de Julián Marías es la persona. En este sentido, da un paso más, respecto a Ortega, su maestro. La persona es el centro de la diana de su esfuerzo intelectual. Es posible afirmar que en ella se resumen gran parte de su pensamiento filosófico y que el conjunto de páginas que nos ha legado nacen de la convicción de que el filósofo debe ofrecer siempre una visión responsable de la realidad.
Basta con conocer algo de sus comprometidas obras para hacerse eco de este hecho: El tema del hombre, 1943; Ensayos de convivencia, 1955; La mujer y su sombra, 1986; La felicidad humana, 1989; La educación sentimental, 1992; Mapa del mundo personal, 1993; Persona, 1996. Entre otros tantos, estos escritos son muestra de que hablamos de un filósofo implicado en el mundo que le tocó vivir, así como comprometido con la difícil tarea de estudiarnos a nosotros mismos. Las obras citadas representan la consecuencia del desarrollo posterior de su Antropología metafísica.
Por ello cabe decir que aunque esta obra sea el gran compendio de su pensamiento, hablamos de años de trabajo dedicados al asunto. Y de más bien un conjunto de ensayos que nos plantean una original e importante panorámica para saber un poco más sobre nosotros mismos, producto de una valiosa labor que merece ser continuada.
¿Cuál es el significado de esta decisiva obra? Seguramente, esta obra aporta un sentido último a todos sus escritos anteriores. Pero, sobre todo, de ella cabe destacar que entre sus páginas encontramos la aportación de una nueva percepción filosófica. Incluso un nuevo lenguaje e innovadora terminología, como se analiza más adelante.
Marías plantea en ella una forma filosófica ’embebida en el mundo de la realidad radical’, capaz de iluminar en parte los misterios sobre la realidad humana. De la persona, del hombre y de la mujer, en el espacio temporal del devenir histórico y en el contexto del universo de la cultura: la estructura empírica de la vida humana.
En esta obra, en la que se equilibran la economía del lenguaje con la originalidad terminológica, Marías desarrolla la una filosofía global de la vida física tal y como la vivimos. Es decir, en un cuerpo y como hombre o mujer. Con ello se hace palpable que el pensamiento central del filósofo busca dar cuenta de cuatro importantes problemas enfocados de modo original: metafísico (la verdad radical), epistemológico (la función de la verdad) y antropológico (la estructura empírica del ser humano). A ello cabe añadir el ético (la vida mejor, personal y social), que engloba sus reflexiones culturales y políticas sobre España y Europa, sin olvidar la perspectiva cristiana de la vida y la muerte.
-Entre Unamuno y Ortega: Una nueva filosofía
Como ya he comentado a lo largo de este escrito, en Antropología metafísica, además, se hacen manifiestas las influencias recibidas por las figuras de Ortega y Unamuno. Pero cabe preguntar, ¿es sólo una mezcla o reconciliación entre ambas filosofías o nos encontramos con alguna aportación original que nazca de la conjunción señalada? Ciertamente como he dicho, Marías adoptará las preguntas de Unamuno para responderlas al modo de Ortega. Sin embargo, esto no evita que nos estemos refiriendo a una aportación original que le otorga por méritos propios la condición de filósofo con una obra de “cosecha propia”.
Respecto a ello, podemos decir que Marías da un paso más que sus predecesores. Él mismo advierte que Ortega puso en evidencia el carácter singular y concreto de la vida -hasta el punto de no haber más que mi vida, la biográfica-. Por otra parte, el existencialismo ponía de manifiesto las estructuras que configuran la teoría de la vida humana. Pero entre ambos hay una zona intermedia desconocida. Aquí es dónde nuestro protagonista situará la estructura empírica de la vida humana, que manifiesta la forma concreta de la circunstancialidad. Es en este punto en el que Marías pondrá énfasis.
Es posible por tanto considerar que Julián Marías asume su condición de discípulo de Ortega desarrollando todas las consecuencias del “yo soy yo y mi circunstancia”, al tiempo que añade entre estas las intrigas que deja por otro lado la obra de Unamuno.
Esta nueva apertura filosófica lleva a Marías a introducir un innovador lenguaje, con términos y distinciones esenciales tales como ‘ser y estar’, ‘mundanidad’, futurizo’, ‘condición sexuada’, ‘condición amorosa’, ‘amor y enamoramiento’, ‘temple de la vida’, ‘tiempo humano’, ‘muerte y proyecto’, etc., que desarrolla a lo largo del texto de Antropología metafísica y en algunos de sus libros posteriores.
En referencia a la confluencia que se da en esta obra de elementos como los que están siendo destacados en líneas anteriores cabe recordar a modo de ejemplo que, en 1998, Pilar Roldán Sarmiento, presentó y defendió en la Universidad Complutense de Madrid, la tesis doctoral titulada Hombre y humanismo en Julián Marías (La dimensión psicosocial de su antropología), dirigida por el doctor Heliodoro Carpintero, gran conocedor de la obra del autor referido. En las páginas de su estudio señala que la obra de Julián Marías se sitúa dentro de las coordenadas orteguianas. Pero que también existen en ella influencias de otros maestros españoles, singularmente Unamuno y Zubiri.
El peso de estas influencias contribuye a formar un pensamiento estructurado que las integra creativamente, con una visión predominantemente centrada en torno a la antropología y su fundamentación metafísica. En esta tesis la autora distingue cuatro etapas biográficas en el pensamiento de Marías. En cada una el pensamiento de Marías se halla ‘estructurado’ dentro de ‘niveles’ que representan distintas formas de ‘estructura’ de la vida humana. Estas serían estructura analítica de la vida humana, estructura empírica de la vida humana colectiva, estructura de la vida humana individual y estructura proyectiva de la vida humana personal. Pero, sabido esto cabe aún preguntar, ¿Cuál es el resultado de esta obra, que nos encontramos en ella finalmente?
-Categorías antropológicas de Marías
En su Antropología Metafísica, se encuentran las categorías antropológicas que nacen de su estudio de la antropología general de la vida humana. Estas categorías son un hilo conductor de la experiencia humana en la circunstancia de cada ser humano. Ellas son las que definen “desde dentro” a la persona.
Si Ortega habla en efecto de cómo la circunstancia marca la vida del hombre y, desde ella, nos entendemos como somos. Marías aprovecha la circunstancia para, desde las categorías empíricas (estructura empírica), que se dan en un yo concreto, posibilitar el encuentro con la trascendencia y poder hablar de una antropología metafísica.
Basándose en esto, en su Antropología Metafísica, el filósofo establece las categorías que conforman la estructura empírica de la persona. En ella confluyen todas las categorías filosóficas y antropológicas que señalaré a continuación y que se constituye a partir de la idea orteguiana de “yo soy yo y mi circunstancia”. Intentando, a su vez, responder a las preguntas que Unamuno dejó pendientes.
En este sentido es posible decir que desde estos genios, crea una nueva manera concebirnos y estudiarnos a nosotros mismos. Así por ejemplo, desde las circunstancias de Ortega, Marías crea unas categorías que él llama empíricas, diferenciándolas de la teoría general del hombre, que son personales, como un eslabón entre la una y la otra. Su intención última en este sentido parece ser que al profundizar en estas categorías filosóficas, se descubra un asunto ineludible para la disciplina filosófica: cómo es el hombre real, qué es real e irreal, porque todo lo imaginativo, todo lo proyectivo, es irreal, pero no porque sea irreal no es real, sino todo lo contrario, ya que forma parte de lo mismo.
Para entender el alcance de estas ideas haremos aquí un breve repaso de algunas de estas categorías empíricas más destacadas:
–La mundanidad
Desde la perspectiva presentada, comenzará Marías a hablarnos de la mundanidad, tratando de explicarnos ese mundo que está ahí. Ese mundo en el que va a aparecer esta categoría (la mundanidad entiéndase) como estructura primaria, respecto a la corporeidad.
En ella se presenta una relación entre cuerpo y mundo, necesaria para poder entender y participar de lo que me rodea. Yo entiendo todo desde mi cuerpo, entiendo el mundo, la mundanidad. La vida humana será mundana en el sentido de ser circunstancial. Somos corpóreos y por ello partes de este mundo,al que pertenecemos y con el que nos encontramos más que estar “separados” de él como cosa distinta. Es por tanto categoría esencial que manifiesta cómo se da la vida del hombre en cuanto tal.
–La sensibilidad
Los sentidos son la autopista del conocimiento. Ellos nos ayudan a adentrarnos en el saber. Pero hay unos sentidos internos y otros externos, esto hará posible que el cuerpo se pueda relacionar con la mundanidad.
Cabe decir a este respecto que el hecho de que el cuerpo se pueda relacionar con el mundo será un aspecto fundamental, sobre todo a la hora de diferenciar entre inteligencia y razón, que Marías hará siguiendo a Ortega. Inteligencia es captar la realidad, pero Razón es aprehenderla e interconectarla. La razón es esa interconexión de la realidad del pasado con el futuro, del sueño con la realidad. Cosa que sería imposible sin la sensibilidad.
Desde esta perspectiva, no nos sería posible entrar en la realidad sin esta categoría. La manera real de estar en y con la realidad, de estar en el mundo, es lo que llamamos sensibilidad. Gracias a ella nos encontramos a nosotros y a las cosas.Los sentidos son como la autopista del conocimiento, una autopista que permite la captación de la realidad. Esa autopista, apoyada por la inteligencia y llevada a la razón, hace que los sentidos internos, cómo pensamos la mundanidad, y los sentidos externos, como autopista del conocimiento, puedan unirse en esa estructura sensorial del mundo.
–La instalación corpórea
La instalación corpórea, supone una instalación que nos permite vivir y proyectar desde eso que ya estamos haciendo. Esta instalación implica que ni el mundo es una cosa, ni el cuerpo tampoco. Sobre todo, cuando tomo respecto de él la perspectiva propia y adecuada. Mi cuerpo, la instalación mundana, coincide con la condición humana misma,. Corpóreamente estoy instalado en el mundo, pero sobre todo, yo estoy instalado en mi cuerpo. Esto es importante en un mundo en que el cuerpo tiene tanto vigor; hay que darle la fuerza que tiene, pero somos más que el cuerpo.
–La condición sexuada
Marías muestra respecto a este asunto un derroche de creatividad. Esta condición sexuada, señalada en la estructura empírica, va a dar mucho de sí. En la instalación referida a esta estructura, cada sexo coimplica al otro. No se puede entender la realidad varón sin referencia a la mujer, o viceversa. Antes que sexual, somos sexuados, de tal manera que siempre que al ver a un hombre vemos a la mujer, y a la inversa.
Cabe destacar en este sentido que en un mundo tan erotizado como el nuestro, esta distinción es fundamental, pues muchas veces no se entiende que lo primero sea ser sexuado y no ser sexual. Es posible que este asunto se convierta o lo sea ya en un tema de enorme importancia para la educación. Teniendo en cuenta que nos encontramos en una coyuntura marcada por una apertura al sexo muy diferente.
A este respecto, y cada día más, la neurociencia ha ido descubriendo que los mismos neurotransmisores relacionados con el consumo de drogas como la cocaína los tiene el sexo. En relación con ello, cabe destacar que los llamados biologismos del hombre y de la mujer pueden reflejar una conducta adictiva, siendo de gran importancia descubrir el dominio de nuestro cuerpo y de nuestro ser. Es, por tanto, muy relevante, con Julián Marías, descubrir que ser sexuado es antes que sexual, así como las consecuencias que se derivan de dicha distinción jerárquica.
–La estructura vectorial de la vida
Según esta, la vida es un sistema de proyecciones de diferente intensidad. La persona tiene un proyecto vectorial, como un arco o una flecha que va hacia la dirección que se le marca y con una intensidad determinada. De este mismo modo, la vida aparece repleta de esta proyección y de esta intensidad, siendo esto lo que se conoce como estructura vectorial. Esta categoría, además, es de una gran importancia. Y es que, si uno es consciente de ello, irá otorgando a la vida la intensidad que debe. Haciendo así un proyecto serio que le ayude a realizarse como persona y vivir como tal.
–Carácter futurizo
En estrecha relación con la anterior categoría Marías tenía claro que siempre nos estamos haciendo y que cada persona está abierta. La diferencia entre biológico y biográfico la expresaba en que lo biológico sabes que empieza y que termina. Mientras que lo biográfico es un quehacer constante. Cada día nos hacemos, como el autor de una novela que deja que sus personajes vuelen solos y vayan inspirando el argumento al propio autor. Nosotros tenemos un carácter futurizo. Siempre estamos haciéndonos, no somos una cuestión cerrada. En definitiva somos un ser orientado irremediablemente al futuro. Más que un ser un estar haciendo.
–El temple de la vida
El temple modula la vida. Modula la instalación en la que me encuentro. Cambia mucho según la potencia en la que me encuentro para empezar un nuevo día. Por ello, no solo me influye el sol, el calor o el frío, sino la capacidad racional de dar sentido a cada día de mi vida. Atendamos en este aspecto a sus propias palabras:
MARÍAS, Julián. Antropología Metafísica. Ed: RevistaOccidente, S. A. Madrid. 1970. pp 240
«En el fenómeno del temple convergen las diversas dimensiones de la vida humana: lo biológico colectivo- la raza-, la herencia biológica concentrada en el individuo, las vivencias histórico sociales, la clase social, la figura social de la profesión, la edad, el sexo, el argumento de la biografía. Todos estos ingredientes están actuando a la vez en la determinación concreta de mi temple vital en este momento, fase particular de lo que podríamos llamar mi temple habitual. Y si ahora miramos a las cosas en una nueva perspectiva, descubrimos que el temple así entendido también es instalación. Por eso podemos predicarlo de ciertas “formas de vida”, y cada época histórica se nos presenta ante todo como un “temple” que los historiadores podrían intentar caracterizar con rigor.»
–La mortalidad
La muerte es la categoría donde tenemos más presente, probablemente, la agonía descrita al principio de este trabajo en la obra de Unamuno. Para Marías cumplirá el papel de categoría ineludible de la vida humana. Quizá de las más destacadas. Téngase en cuenta que nos ha dicho el autor que somos un ser orientado necesariamente al futuro, futurizo. Pues bien, no sabemos que es morir, pero sabemos que es algo que le ocurrirá a nuestra vida. Un momento exclusivamente biográfico,ya que la muerte de uno sólo puede ser protagonizada por él mismo.
En este punto es en el que su pensamiento recupera ya de manera explícita la cuestión tan repetida en lineas anteriores ¿qué va a ser de mí? Pues sabemos que moriremos,más la muerte por si misma se nos hace ininteligible. De ahí el motivo de sacar a coalición la cuestión. Atendamos en este aspecto a sus propias palabras:
MARÍAS,Julián. Antropología Metafísica. Ed: Revista Occidente, S. A. Madrid. 1970. pp 300
«La última cuestión que se plantea, sin la cual no sabemos a qué atenernos, es precisamente qué significa “morir”. Solo así podremos hacernos la pregunta decisiva: ¿Qué será de mí? Y solo con esta, en inexorable conflicto con ella, adquirirá su sentido la otra pregunta: ¿Quién soy yo?»
Estamos como vemos ante una categoría esencial. No solo es constitutiva de la persona, sino que la marca en cuanto a cómo es y se percibe. Y que para el caso que nos ocupa, trae a la obra de Marías una pregunta esencial de la disciplina filosófica.
Así, describiendo estas categorías (junto con otras tantas como la condición amorosa) Marías consigue hacer un “retrato” de la condición de persona nada desdeñable. En él entran todas las preguntas de sentido: ¿Quién soy yo? ¿Qué va a ser de mí? ¿Hacia dónde va mi vida? Estas preguntas, dirá Marías, se las han hecho todos los hombres de todos los tiempos que han pensado. Con lo cual en estas páginas se recupera la filosofía primera, con formas y términos novedosos, que posibilitan cambiar la visión que tenemos de nosotros mismos.
CONCLUSIONES
Es de sobra conocida la influencia de Ortega en este autor, discípulo directo del mismo. Aquí he esbozado en parte esa relación y la importancia de la circunstancia en el mismo, pues de ella parte Julián Marías para introducirse en la estructura empírica de la vida humana.
En el caso de la influencia de Unamuno debe entenderse como de especial relevancia en esta obra, pues tómese como ejemplo el último fragmento citado de Marías que se encuentra líneas más arriba. La pregunta ¿Qué va a ser de mí?, es heredada en estas páginas que nos recuerdan que dicha cuestión es producto de nuestra condición futuriza. Así el autor se dirige a la condición humana para desvelarla. Usa esta duda como impulso, y las formas de Ortega como herramientas para caminar hacia el estudio de un tema ineludible para la disciplina filosófica: la persona y la vida humana.
Como resultado en Julián Marías la filosofía emerge como un quehacer humano y un constituyente natural de la inteligencia. La filosofía da razón a la realidad misma en la que se desenvuelve el ser humano: la persona. En definitiva, la filosofía se centra, y constituye su fundamento, en la persona.
Así, el ser humano es el conjunto de las estructuras empíricas con que se presenta la vida de la persona: la ‘circunstancialidad’ (cada uno tiene su propia circunstancia; la ‘corporeidad’ (la vida humana está encarnada); y la ‘sensibilidad’ (dimensión temporal). Y sobre todo no puede ser reducido a estudios biológicos parciales, dedicados a cada uno de los aspectos que nos condicionan. Sino que la disciplina filosófica es la integradora de estos aspectos y nos pone así en el camino hacia nosotros mismos.
En definitiva, en la conjunción de estos tres autores (junto con otros cuyas aportaciones no carecen de relevancia, tales como José Gaós, Zubiri o María Zambrano), se levanta y construye una filosofía que vuelve la mirada al hombre no como ser abstracto, sino como fenómeno vivo. En cuanto al legado que nos dejan, es necesario estudiar al completo el alcance de sus palabras. Y tal y como Marías hiciera con Unamuno, buscar las implicaciones de sus obras. Pues al destacar la persona como objeto de estudio, nos hicieron protagonistas de sus fructíferos discursos y nos abrieron la puerta para enriquecer la propia imagen que tenemos de nosotros mismos.
Raquel Moreno.
BIBLIOGRAFÍA
MARÍAS, Julián. Antropología metafísica. Ed: Revista Occidente, SA. Madrid. 1970
—Introducción a la filosofía. Ed: Revista Occidente. Madrid. 1947
—Meditaciones sobre la sociedad española. Ed: Alianza Editorial. 1966
—Miguel de Unamuno. Ed: SLU. Espasa Libros. 1980
—Nuevos ensayos de filosofía. Ed: Revista Occidente. 1968
—La persona. Transcripción de una conferencia. Mdrid 2000. Edición en estilo oral. Edición: Ana Lúcia C. Fujikura. En http: // www.hottopos.com /
—La perspectiva cristiana. Ed: Alianza Editorial. 1999
—España: Una reconquista de la libertad. Art. Cuenta y Razón. Nº 1. 1981
ROLDÁN SARMIENTO, Pilar. Hombre y humanismo en Julián Marías (La dimensión psicosocial de su antropología). Tesis doctoral. Director: Dr. Helio Sarmiento. Universidad Complutense de Madrid, Facultad de Filosofía. 1998. En https: // dialnet.unirioja.es / servlet/ tesis?codigo=15917. También en abierto en E-Prints Complutense
UNAMUNO, Miguel. Del sentimiento trágico de la vida. Ed: Losada. 1964
—Mi religión. Biblioteca virtual universal. 2003.