El reto Molyneux. ¿Ver más allá de los ojos?
Si una persona ha nacido ciega y con el tiempo ha aprendido a distinguir y nombrar diferentes objetos por medio del tacto, ¿sería capaz de reconocerlos con la vista si en algún momento de su vida la recuperara? ¿Usted cómo respondería a esta cuestión? No se precipite, si tiene una respuesta clara debe saber que la solución a este enigma no es tan sencilla como parece.
En el año 1688, el científico y político irlandés William Molyneux envió una carta al conocido filósofo John Locke, en la cual planteaba una incógnita que despertó el interés de toda la comunidad científica de la época. Se trata de un experimento mental conocido como el Problema de Molyneux, y aún hoy suscita interés. De hecho, sigue siendo un misterio. Y se resume prácticamente en la cuestión planteada en el primer párrafo.
A lo largo de toda su carrera, Molyneux se interesó especialmente por los misterios de la óptica. El principal motivo de esto es que su propia esposa perdió la vista cuando esta aún era muy joven.
Planteamiento del enigma
Los antecedentes que llevaron a Molyneux a formularse tal cuestión llegaron inspirados por un escrito del filósofo John Locke en el que realizaba una distinción entre las ideas o conceptos que adquirimos mediante un solo sentido, y aquellas para las cuales necesitamos de más de un tipo de percepción.
Molyneux era un gran admirador es éste intelectual inglés, por ello se decidió a enviarle sus reflexiones por correo postal. En un primer momento, no obtuvo respuesta. Sin embargo, dos años más tarde, Locke se decidió a contestar, además, con gran interés.
Tanto es así, que Locke incluyó el Problema de Molyneux dentro de su obra, con lo que dicha reflexión llegó a una cantidad de público mucho más amplia. El filósofo inglés ejemplificó esta cuestión de la siguiente manera:
Un hombre ciego desde el nacimiento, aprende a distinguir mediante el tacto un cubo y una esfera hechos con los mismos materiales y con el mismo tamaño. Supongamos ahora que este hombre recupera la vista y se le colocan ambos objetos delante, ¿podría entonces distinguirlos y nombrarlos sin tocarlos antes, solamente con la vista?
Dicho esto, sigamos pues con la cuestión. El Problema de Molyneux atrajo la atención de numerosos filósofos. Entre ellos se encontraban Berkeley, Leibniz, William James y el mismísimo Voltaire.
Discusiones de la época
Los filósofos de la época negaban, a priori, la posibilidad de que una persona ciega de nacimiento pudiera adquirir vista. Es así que, en realidad, consideraron el Problema de Molyneux como una especie de reto mental, que solamente podía solucionarse mediante la razón, y que en realidad no constaba con un interés práctico.
Por lo general, coincidieron en que las sensaciones percibidas por los sentidos de la vista y el tacto difieren entre sí, pero no estaban en acuerdo acerca de cómo se relacionaban. Algunos de ellos, como Berkeley, pensaban que esta relación era arbitraria y solamente podía basarse en la experiencia. Sin embargo, otros argumentaban que esa relación era necesaria y basada en el conocimiento innato. Y finalmente los había que, como los propios Molyneux y Locke, pensaban que esta relación era necesaria y aprendida por la experiencia.
Empiristas y racionalistas
En definitiva, aquellos que pertenecían a la corriente empirista de la filosofía de la época, como Molyneux, Locke y Berkeley, respondieron de manera negativa. Es decir, para estos el ciego no sería capaz de asociar lo que estaba viendo, al recuperar la vista, a lo que en su día tocó, cuando carecía de visión. En contra de ello, aquellos que seguían posiciones racionalistas tendían a dar respuestas afirmativas a la cuestión, por lo no hubo manera de conseguir una solución unánime.
Una parte de los filósofos pensaban que una persona privada del sentido de la vista desde el nacimiento podría responder directamente en el momento en el pudiera observar los objetos. No obstante, el resto opinaban que la persona necesitaría hacer uso de su memoria y su razón, y que incluso debería de poder observar todos los lados de los objetos caminando a su alrededor.
Primeros experimentos
El debate se agudizó cuando, en el 1728, el anatomista inglés William Cheselden publicó el caso de un niño con ceguera congénita, que había podido ver tras una operación de cataratas. Cuando el niño pudo ver por primera vez, no fue capaz de reconocer, mediante la vista, la forma de las cosas, y tampoco podía diferenciar entre objetos.
Algunos filósofos, entre ellos Voltaire, Camper o Berkeley consideraron que las observaciones del médico inglés eran evidentes e irrefutables, confirmando así la hipótesis de que una persona ciega que recupera la vista no es capaz de diferenciar los objetos hasta que no aprendiera a ver.
No obstante, otros se mostraron escépticos ante estas pruebas. Consideraban que era posible que el niño no hubiese podido emitir juicios de valor válidos debido a que los ojos no funcionaban todavía correctamente y que era necesario darle un poco de tiempo para recuperarse. También estaban los que señalaban que la inteligencia del chico también podía influir en la validez de sus respuestas.
Finalmente, ¿cuál es la solución a esta incógnita?
Enfoque moderno
A lo largo del siglo XIX, se publicaron todo tipo de historias y estudios sobre pacientes operados de cataratas que intentaron arrojar un poco de luz sobre el Problema de Molyneux. Hubo resultados de todo tipo, algunos a favor y otros en contra. Además, estos casos eran imposibles de comparar, puesto que las circunstancias de cada uno eran bastante diferentes. Como consecuencia, el Problema de Molyneux se debatió con mucha frecuencia, sin conseguir acuerdo sobre la solución.
No obstante, el asunto no fue olvidado. Con el paso de los años, este enigma ha llegado a abarcar todo tipo de ámbitos científicos como la oftalmología, la psicología, la neurofisiología e incluso en las matemáticas y el arte.No obstante, y a pesar de los avances en estos campos, el debate sigue vivo.
Posiblemente, en ningún momento Molyneux fue consciente del revuelo formaría su pregunta. En este sentido, se puede concluir que el Problema de Molyneux es uno de los experimentos mentales más fructíferos y productivos propuestos a lo largo de la historia de la filosofía, el cual sigue envuelto del mismo misterio que cuando Molyneux lo planteó en 1688.
Raquel Moreno Lizana.