Gustav Klimt es conocido especialmente por su obra El beso, que supone un auténtico deleite para los sentidos. No es para menos, ésta obra es la mejor muestra de que el artista austríaco es un genio del simbolismo y uno de los más conspicuos representantes del movimiento modernista de la secesión vienesa.
Klimt pintó lienzos y murales con un estilo personal muy ornamentado, que también manifestó a través de objetos de artesanía. Intelectualmente afín a cierto ideario romántico, especialmente, encontró en el desnudo femenino una de sus más recurrentes fuentes de inspiración. Sin embargo, en ésta obra en particular no solo enamoró, y enamora, a los espectadores sino que también encontramos una duda eterna. ¿Qué representa éste beso tan particular?
Nacido del fracaso
Antes de crear esta pieza, Klimt había recibido duras burlas en la primera década del siglo XX por sus pinturas en el techo de la Universidad de Viena. No hay genio que no empiece siendo incomprendido. Debido a los desnudos de estas obras, sus interpretaciones de la Filosofía, la Medicina y la Jurisprudencia fueron ridiculizadas como “pornográficas” y “excesivamente pervertidas”, hiriendo a su reputación. La furia que le provocó esta dura situación le llevó a coger el pincel, y de ese tiempo es hija ésta maravilla. No deja de ser un motivo para reflexionar el hecho de que una de las pinturas más famosas del mundo nazca de la superación de la crítica y un aparente fracaso.
Fue en 1907, tal vez para recuperarse de la mala recepción de sus frescos de Viena, cuando Klimt pintaba con pasión, desahogando su impotencia en el lienzo. Nunca imaginaba que precisamente era ese lienzo el que le daría la inmortalidad. ¿Qué intentaba representar? Claramente el amor y el erotismo están presentes. Sin embargo son muchos los expertos que han querido desentrañar el sentido último de este cuadro. Y es que ésta temática ya había sido abordada por el artista, pero en este caso había peculiaridades especiales.
Un cuadro peculiar
La pose de los amantes representados refleja las formas naturales favoritas del movimiento Art Nouveau de Viena (Viena Jugendstil). Sin embargo las formas simples con diseños llamativos de los mantos de la pareja muestran el impacto del movimiento Arts and Crafts, mientras que el uso de espirales se remonta al arte de la Edad de Bronce.
Con ello nace un peculiar estilo único que hace inconfundible al autor. Inspirado por los mosaicos bizantinos que había visto en sus viajes, Klimt mezclaba pan de oro en sus pinturas al óleo para crear lo que se convertiría en su estilo característico.
La obra del pintor se centró principalmente en las mujeres, por lo que la inclusión de un hombre (aunque fuera uno cuyo rostro está oculto) era inusual para Klimt. La modesta vestimenta de los protagonistas también marca este cuadro como una de las creaciones más conservadores de éste maestro de la pintura.
Algunos historiadores del arte han teorizado que los amantes no son otros que el pintor austríaco y su pareja, la diseñadora de moda Emilie Flöge, a la que había representado previamente en un retrato. Otros han postulado que la encantadora señora de El Beso en realidad era la dama de la alta sociedad Adele Bloch-Bauer, que había posado para un retrato del “Periodo Dorado” ese mismo año.
Otros han sugerido el pelo rojo es un indicio de que es “Red Hilda”, la modelo que Klimt empleó para Danae. Sea como sea, lo cierto es que la peculiar pose y formas nos indican que nada es al azar. Por ello encontramos también múltiples interpretaciones que intentan desvelar un mensaje en el cuadro.
Pérdida de uno mismo
Entre ellas, el hecho de que los amantes parezca que se están fundiendo hace que muchos crean que con ello Klimt representa el ‘sentimiento’ de la pérdida de uno mismo que los amantes sienten. La sensación de amor pleno, fuerte, sexual y espiritual, que a veces (desgraciadamente) nos lleva a la pérdida de la propia identidad.
Para otros este cuadro representa el mito de Apolo y Dafne, en el momento en el que ella se está transformando en árbol para no pasar a ser posesión de un dios obsesionado por su belleza.
Sea cual sea la interpretación acertada, indudablemente hablamos de una genialidad que nos deleita con la belleza estética al tiempo que nos hace recordar lo eterno de algunos besos que todos guardamos en la memoria. La pasión y el erotismo llenan de vida esta obra e hicieron inmortal a un genio, que como no podía ser de otra forma, sigue mereciendo hoy nuestro recuerdo.
Posiblemente si no podemos dar una respuesta concreta al sentido de esta obra es porque el beso que encontramos en ella es símbolo de pasión y amor, y puede que, como dijera Unamuno, amor definido deje de serlo. Así pues cabe deleitarse con la belleza de esta imagen y dejar que de ella surjan sentimientos libres sin una descripción concreta de su sentido. ¿No es ese el fin del verdadero artista?
Por todos es conocido uno de los más tristes episodios de la historia de la filosofía: la muerte de Sócrates. Seguramente este hecho esconde una de las últimas enseñanzas del ilustre filósofo. Lección que conocemos gracias a Platón y que condicionó en gran medida su filosofía. Y es que realmente lo que conocemos de Sócrates es gracias a su ilustre alumno, el narrador de tan triste episodio, que a su vez guarda una importante reflexión sobre como debemos afrontar el final de nuestras vidas.
La muerte de Sócrates según Platón
Según nos cuenta Platón en el Fedón, su maestro fue acusado de corromper a la juventud de Atenas y de introducir dioses desconocidos en la polis. Como consecuencia de su molesta actividad para el orden establecido, el filósofo fue condenado a beber cicuta, un brebaje preparado con la planta del mismo nombre, sumamente venenosa. El veneno paralizó su cuerpo poco a poco, comenzando por las piernas y llegando hasta el corazón.
También hablará sobre su maestro en la “Apología de Sócrates” y atendiendo a ambos escritos descubriremos una escena que pasará a la historia. El condenado acepta su situación, enfrenta su muerte con tranquilidad y aun con cierta determinación, pues aprovechó sus últimos momentos para compartir reflexiones con sus alumnos. La templanza ante el final deja ver la enorme sabiduría del que se llamaba a sí mismo ignorante. Y es que el ejercicio de la filosofía lo había preparado para ello. Además, estaba siendo consecuente con sus propias ideas, por ello la tranquilidad de espíritu no se rompió por el advenimiento del final.
La filosofía como preparación para la muerte
Seguramente estos hechos inspiraron al mismo Platón, que en el Fedón nos dice que la filosofía es también una preparación para la muerte. Pero no por la muerte en sí, sino porque la reflexión filosófica nos hace entender la vida y, en ese hallazgo, nos permite comprender que la muerte forma parte de esa vida. Así pues, quien teme a la muerte y se angustia frente a ella no es consciente de enorme privilegio que significa estar vivo, pues no puede eliminarse de la vida un elemento que pertenece esencialmente a ella, como es el final.
De esta forma, la actividad filosófica implicaría necesariamente lo que Unamuno llamó más tarde una “meditatio mortis“, una meditación sobre la muerte, que a su vez lo es sobre nuestra propia vida. Alcanzada la misma, el final no supone una perturbación, no asoma miedos, sino que es aceptado como parte de nuestra historia.
Sin embargo, fácil es contarlo, pero no tanto interiorizarlo en la propia existencia. Ésto ya es cuestión de sabiduría vital. Por ello asombra tanto la actitud de Sócrates ante su propia condena, injusta, y que le lleva a la muerte. No es de extrañar que una escena así haya impresionado al gran público y por extensión a la sensibilidad del artista, que intenta representar los instantes que viven en el inconsciente colectivo. Es éste el caso de Jacques Louis David, que nos dejó una obra maestra a la que merece la pena atender, pues, aunque aparentemente solo describe el momento final del filósofo, tras ella hay muchos elementos que pueden llevarnos a la reflexión.
La muerte de Sócrates de Jacques Louis David
La obra “La muerte de Sócrates” es un óleo sobre lienzo realizado por el artista francés Jacques Louis David (1748- 1825). En el retrato de dicho instante podemos observar la última lección que nos dio éste filósofo. Su actitud impasible ante la muerte, a la que recibe de cara, con la tranquilidad que no es apreciable en los que le rodean, pero si en su propia actitud. Allí donde el resto sufre y llora Sócrates se muestra seguro de estar en el camino correcto. Tras haber avanzado en la filosofía como “meditatio mortis” está preparado para afrontar el final.
La Muerte de Sócrates, de Jacques-Louis David
Así, la imagen resume de esta forma todo un conjunto de ideas filosóficas sobre la muerte de las que ya nos habló Platón, tal y como he señalado en lineas anteriores. No obstante, así como Platón interpretó los hechos de los que fue testigo, el artista también añade. Por ello el lienzo hace el mismo papel que hicieran las obras de Platón sobre este hecho, nos trae nuevas reflexiones en el camino que cabe señalar acompañándonos de otros elementos destacables.
Platón en el cuadro
Un primer elemento llamativo en el cuadro es el papel de Platón y su singular representación. Claramente en ella encontramos licencias artísticas tomadas por parte del autor. Es conocido por los expertos que Jacques-Louis David pidió el asesoramiento de estudiosos del tema, sin embargo trasgrede los datos para hablarnos de su propia visión de estos hechos en el cuadro. Platón es un buen ejemplo de ello.
A pesar de que el ateniense nos narra la muerte de Sócrates, lo cierto es que él no estuvo presente en ese momento por encontrarse enfermo, sin embargo trasladó los relatos de los testigos para que hoy lo conociésemos. En aquel tiempo el filósofo era muy joven, la diferencia de edad con su maestro era considerable. Pues para sorpresa del espectador, el autor de este cuadro prefiere situar a Platón en la escena, y sorprendentemente como un hombre anciano. ¿A qué es debido? Por supuesto no a la falta de conocimientos del artista, sino a su necesidad de provocar la reflexión al observar el lienzo.
El anciano
Si observamos el cuadro Platón aparecerá dando la espalda a su maestro, derrotado pero tranquilo. Y en la misma escena otros elementos singulares. A destacar, a los pies del filósofo encontramos un pergamino, que no puede ser otro escrito más que el Fedón, en el que se describen los hechos que representa el cuadro y que el filósofo parece acaba de inmortalizar. Además en el fondo de la escena encontramos a Jantipa, esposa de Sócrates, incumpliendo de nuevo los datos que conocemos sobre este momento inolvidable de la historia.
PLATÓN Y JANTIPA EN MUERTE DE SÓCRATES
Jantipa estuvo el día e el que Sócrates murió, pero tuvieron que llevársela entre sollozos lamentando el destino de su marido. Sin embargo en la escena aparece tranquila y serena. No obstante, en este sentido parece que el autor solo quiere hacer mención a su presencia, su papel en el lienzo es secundario.
Platón si que tiene en el lienzo un especial protagonismo. Si nos fijamos, el resto de personajes hacen muestras de dolor e indignación sobrellevados por la emoción del momento. Platón, en cambio, aparece abatido, pero reflexivo. Su representación alude a la encarnación de una madurez intelectual muy superior a la del resto, casi similar a la de su maestro, señalando así cual es el alumno destacado. Desde la perspectiva del artista, Platón está a la altura de Sócrates, visión que solo puede darse con el paso del tiempo, lo cual hace de esta obra mucho más que la escena de lo que pasó, en ella se añade una visión sobre la filosofía del pasado.
La luz de Platón
Por si lo dicho fuese poco, no termina aquí la relevancia de Platón en la obra. Hay otro elemento, más sutil, que delata la intención del autor. No es otro que la luz. Como he dicho, la representación de Platón como un anciano no es casual, alude a su madurez intelectual. Sin embargo, no debe perderse de vista que el autor ha señalado, con la aparición del pergamino a sus pies, su importante papel como cronista de estos hechos.
Éste papel se enfatiza al percatarnos de que el cuadro tiene un cambio notable cuando modificamos la perspectiva a la cual nos invita la figura predominante de Sócrates y lo miramos desde el punto de vista del anciano Platón. Si lo tomamos a él como punto de partida, la pintura comienza a desarrollarse con un dinamismo casi cinematográfico.
La escena se nos muestra entonces como una proyección extraída de la memoria misma de Platón, quien está representado como un anciano porque quizás no estemos asistiendo a la muerte de Sócrates, sino más bien al recuerdo que Platón se formó del acontecimiento. Y de hecho es así, la mayor parte de lo que sabemos sobre este hecho se debe a lo que escribió el ateniense en el renombrado pergamino. Así, esta obra no representaría tanto lo ocurrido como lo que Platón pensaba que ocurrió, siendo él el punto de origen de la escena, y el resto de personajes recuerdos surgidos de la mente del filósofo. Algo que se hace más ilustrativo si enfatizamos la imagen como sigue.
Sócrates
Si tan singular es la representación de Platón en el cuadro, ¿qué ocurre con la del que sería protagonista, es decir, Sócrates? Esta no se queda atrás. Sócrates preside la escena y lo primero que destacan son sus gestos, interpretados, según la mirada, de diferentes maneras.
Una de sus manos se dirige a la copa que contiene el veneno que acabará con su vida, con la firmeza que se ha señalado en lineas anteriores. A este respecto es curioso el papel del que le tiende la copa. Es el carcelero, encargado de tan desagradable tarea, que no es capaz de mirar a los ojos al filósofo. Parece avergonzarse y lamentarse de su acto. Y es que como dijera Platón, con ello acababa con la vida del más sabio y justo de la ciudad.
A este respecto cabe decir que Sócrates tuvo oportunidad de huir, sin embargo se quedó a cumplir su condena por cuestión de principios. Pocos años después esta condena sería la vergüenza de Atenas, algo que refleja con la actitud del carcelero el artista.
¿Su último discurso?
Pero volvamos a Sócrates. Su otra mano hace un gesto interpretado de diferentes formas según el experto. Señala hacia arriba. Según muchos, este gesto se añade al filósofo para darle protagonismo en la imagen, algo que seguramente simplifica en exceso la genialidad del autor de este lienzo. Para otros el gesto ayuda a que interpretemos que en la escena Sócrates está dando su última lección. ¿Qué lección, la señalada sobre su muerte?
Si atendemos a lo que nos cuenta Platón el condenado tuvo un último discurso para sus alumnos en ese momento. Muy probablemente es en dicho discurso donde encontramos el sentido de el gesto escenificado por el artista. Y es que la última lección a sus alumnos fue sobre la inmortalidad del alma. En dicha mano señalando a lo alto encontramos la importancia de otro mundo frente a este, gesto que encontraremos también en la representación que hizo Rafael de Platón en su conocida obra “La Academia”.
Liberación de las cadenas
El papel de Sócrates no acabe aquí. No me perderé en señalar cada elemento del cuadro, ya que como suele ocurrir en el arte, este está lleno de simbolismo. Pero antes de acabar si hay que enfatizar algunos que nos muestran cual es el papel de Sócrates en la obra y que nos dice sobre él el artista. Y es que como decía, Sócrates no acaba en su propia representación, pues el resto de personajes aluden directamente a él, encontrándose presente en toda la obra.
Merece señalarse el papel de Critón, que apoya su mano en su muslo, como diciendo «no lo hagas» . Ciertamente este pensador estuvo en la escena y, según nos cuenta Platón, lo pasó francamente mal durante los hechos.
Como dije, varios seguidores intentaron convencer al filósofo de que huyera, y tenía posibilidades reales de hacerlo. Sin embargo, al no tener motivo para ello Sócrates se mantuvo fiel a sus principios y abrazó la condena. Critón en la obra parece representar este hecho, y por si fuese poco su asiento tiene el búho, símbolo de Atenas y de la sabiduría. Pero si algo guarda el verdadero papel del condenado es un elemento que en una rápida observación pasa desapercibido, siendo, sin embargo, de suma importancia.
Atienda el observador a unas cadenas a los pies del carcelero. Unas cadenas que parece que ataron al condenado pero ahora se encuentran abiertas y no sujetan a nadie.
Cadenas abiertas señaladas en la Muerte de Sócrates
Conclusión según el espectador
Ésta cadena abierta aparece como símbolo de la liberación de la ignorancia, que Sócrates erigía como el verdadero mal. De esta forma, ¿son las cadenas abiertas el papel de la muerte en la vida tal y como después dijera Platón en su teoría del alma? ¿Estamos ante la liberación del prisionero de la caverna en cuanto que ya Sócrates ha alcanzado la sabiduría? ¿Esa liberación es la aceptación de la muerte que Sócrates ejemplifica y que solo es posible gracias a la filosofía? ¿Es el saber el que libera de las cadenas al condenado? Juzgue el espectador según le parezca.
Posiblemente la última lección de Sócrates la dio con su ejemplo. De ser así, este cuadro representa la firmeza con los ideales de uno mismo, congruencia total entre lo que se piensa y se hace, aquí ejemplarizadas por, en palabras del propio Platón, «el más sabio y justo de todos los hombres».
Fiódor Dostoyevski (Moscú, 11 de noviembre de 1821-San Petersburgo, 9 de febrero de 1881) es considerado por muchas personas el mejor escritor de todos los tiempos. Si lo es o no posiblemente es materia a debatir y la palabra final está en manos de los lectores. De lo que no cabe duda es de que hablamos de un maestro de las letras, un genio de talento incuestionable cuyas obras han pasado a la historia y siguen estando tan vivas como cuando fueron escritas.
De él dijo Albert Einstein: «Dostoyevski me da más que ningún científico», para resaltar el valor humano, social y psicológico de sus novelas. Títulos como “Crimen y Castigo”, “El idiota” “Los endemoniados” y “Los hermanos Karamazov” así lo atestiguan. Virginia Wolf llegó a decirnos de la misma que: «Aparte de Shakespeare, no hay lectura más emocionante que Dostoyevski».
Se trata de un maestro de reconocimiento universal, de cuyo talento no cabe la duda. Pero, ¿cómo describir su genialidad? ¿En qué consiste ese mismo talento que en él nos maravilla?
La respuesta para el común de los mortales es un enigma, pero el mismo Dostoyevski nos habló sobre qué era el talento, así pues, atendamos a sus propias letras, que aún tienen mucho que enseñar. Su definición de talento no pertenece a ninguna de las obras citadas, sino a otra cuya lectura aprovecho para recomendar. Se trata de “Diario de un escritor”.
Diario de un escritor
Diario de un escritor fue la publicación mensual que Dostoyevski dirigió desde 1873 hasta su muerte en 1881, unas páginas donde quedó agrupado todo su pensamiento y donde tenían cabida cuestiones tan variadas como la actualidad rusa, la crítica política o social, el análisis literario y cultural, o las impresiones personales antes los diferentes sucesos históricos.
En los escritos que lo forman, apasionado y radical, Dostoyevski documenta hechos como el conflicto entre eslavófilos y occidentalistas, la situación política europea o los problemas de educación en la Rusia de la época, al tiempo que dedica algunas de sus mejores páginas a los grandes literatos rusos (Pushkin, Lérmontov, etc.), a ensalzar obras recientes (como Anna Karénina) que en la actualidad son clásicos, y donde también publicó incluso algunos de sus más conocidos relatos, como El muzhik Maréi o La mansa.
Este conjunto de escritos se publicó como un libro que todos podemos disfrutar y en el que podemos conocer en mayor medida el pensamiento más íntimo del genio ruso. La variedad de temas tratados tienen como hilo conductor la mente de este genio, sus preocupaciones, su visión de la vida, etc.
Hablamos de un conjunto de artículos que nos asoma a una de las mentes más brillantes de la historia, que nos empuja a la reflexión a través de sus letras. De género inclasificable y límites difusos, en sus páginas tiene cabida por igual la actualidad, la crítica literaria y algunas de las más importantes narraciones breves de Dostoyevski.
Entre estos escritos encontramos cuestiones como las planteadas al principio de este artículo: ¿qué es el talento? Una pregunta que se agudiza si hablamos ya de genialidad, como en el caso de Dostoyevski. No obstante, puede que por ello mismo sea una buena guía para encontrar respuesta a este interrogante. Así pues, invitamos a atender a su respuesta con el fragmento que dedica al asunto y que añado, parcialmente, a continuación.
“El talento” de Dostoyevski
¿Qué es el talento? El talento es, ante todo, una cosa muy útil. El literato de talento es capaz de expresarse bien allí donde otro se expresaría mal. Dices que, en primer término, hace falta una dirección y, después, el talento. Conforme; yo no me proponía referirme al arte, sino tan solo a algunas propiedades del talento, generalmente hablando.
Las propiedades del talento, generalmente hablando, son muy diversas y, a veces, sencillamente insoportables. En primer lugar, <<talento obliga…>>, ¿a qué, por ejemplo? Pues, a veces, a las cosas más feas.
Aquí surge una cuestión insoluble: ¿es el talento el que domina al hombre o el hombre quien domina su talento?
A mi, según las observaciones que he podido hacer sobre los talentos, vivos o muertos, se me antoja muy difícil que el hombre pueda dominar su talento, siendo este el que, por el contrario, gobierna a su poseedor y, por así decirlo, le tira de la manga (sí, así como suena), arrastrándolo a gran distancia del verdadero camino.
En no sé qué pasaje de Gogol, un embustero se pone a contar no sé qué, y quizá dijera la verdad; pero intercalaba tales pormenores en el relato, que no era posible que lo fuera. Cito esto únicamente a modo de símil, aunque hay talentos especialmente fraudulentos. El novelista Thackeray, describiendo un hombre de mundo, embustero y chistoso, de buena sociedad y que se trataba con lores, dice que al salir de una reunión gustaba dejar detrás de sí un reguero de risas; es decir, que se reservaba la mejor gracia para el final, con objeto de suscitar la risa.
Esa misma preocupación puede acabar por hacerle perder toda la seriedad a un hombre. Sin contar con que cuando tal agudeza no sucede espontáneamente, es preciso idearla. Me dirán que con tales exigencias se hace imposible la vida. Y es verdad. Pero convendrán conmigo también en que raro es el talento que no presenta ese achaque, casi innoble, que siempre influye en el hombre más despejado.
A mis críticos. No persigo honores ni los acepto, y no es en verdad mi intención trepar a las estrellas para orientarme.