“Para quien tiene un por qué, nada es insoportable”
El ocaso de los ídolos. F. Nietzsche.
Esta frase podría resumir perfectamente las ideas que ViKtor Frankl desarrollará en su obra En busca del Sentido, que en los tiempos que corren puede que siga de tremenda actualidad.
Tras un periodo de confinamiento hablamos de volver a la normalidad. Pero, mucha gente, no recupera sus hábitos actuales. La crisis sanitaria y la peculiar etapa a la que nos hemos enfrentado nos ha cambiado irremediablemente. Muchos se sienten perdidos. ¿Cómo retomar la rutina ahora? Seguramente la inquietud que nos sigue acompañando no solo se deba a la experiencia de esta crisis, sino a una característica humana y de la que el protagonista de este artículo hablaba bastante. Seguimos caminando en busca de sentido. Sentido a lo ocurrido, a lo que queremos hacer a partir de ahora, a la vida que llevábamos antes, a los cambios que nos toca enfrentar ahora.
Queremos encontrar un sentido que oriente nuestras vidas. Pero tras una etapa de aislamiento nos hemos repensado. Y, en la gran parte de ocasiones, no encontramos sentido ni a nuestras acciones pasadas ni a nuestras proyecciones futuras. Esto crea angustia vital. Pero tal y como decía Frankl, este es el sello del ser humano. No somos un animal racional, no somos pulsiones sexuales, instintos…Somos seres perdidos en busca de sentido, a pesar de que tenemos la intuición de que nuestra existencia carece de este.
EN BUSCA DEL SENTIDO
ViKtor Frankl conocía bien esa sensación. A él le toco vivir una de las épocas más duras de la historia, la Segunda Guerra Mundial. Inevitablemente, como nosotros hoy tras este extraño periodo en el que seguimos inmersos, se hizo estas mismas preguntas. Con ello, Frankl se percató de que la falta de sentido vital, o la sensación de la misma, era insoportable para el ser humano. Su sello era buscar sentido, su tortura no hallarlo. Tal y como Dostoyevski indicara en sus obras ese es el castigo del ser humano: el peso de la conciencia.
Por ello, a partir de sus experiencias y meticulosas observaciones, el doctor Frankl creó un método terapéutico conocido como logoterapia. Éste está basado en el sentido o propósito existencial. Será una propuesta que expondría en su libro El hombre en busca de sentido, que, no por casualidad, se convirtió en uno de los clásicos de la psicología del siglo XX y en una obra sumamente leída en su época.
Si bien la situación que vivimos, por más dura que sea, difícilmente se compara con lo que experimentó Frankl, es evidente que su trabajo hoy puede servirle a muchas personas para tomar una perspectiva más sana ante la angustia al no encontrar respuesta a la falta de sentido. Atendamos pues a una filosofía que, posiblemente hoy, este más viva que nunca, desde que fuera germinada.
¿QUIÉN ES VICTOR FRANKL?
Viktor Emil Frankl, conocido como Viktor Frankl, fue un neurólogo, psiquiatra y filósofo austríaco, fundador de la logoterapia y análisis existencial.
Su pensamiento es de lo más original y se caracteriza por una visión existencialista y humanista del ser humano. Pero para entenderlo, es necesario hacer un repaso a su biografía, pues esta precisamente es la mayor influencia en este pensador, que hablaba de las dificultades de la vida humana desde la experiencia propia.
UNA VIDA DIFÍCIL
Viktor Emil Frankl nació en Viena el 26 de marzo de 1905. Su padre,judío, era empleado del Imperio en el Ministerio de Educación, donde alcanzó el grado de director. Su madre pertenecía a los Wiener, una familia patricia que desde antiguo se había establecido en Praga, pero que habían mantenido contactos frecuentes con los ambientes culturales vieneses.
Desde niño Frankl manifestó su deseo de ser médico, afirmando, sin embargo, que su modo de ejercer la profesión sería distinto, porque no iba a recurrir demasiado a los fármacos (Bazzi y Fizzotti, 1989).
Con la primera guerra mundial y el hundimiento del Imperio, la familia Frankl sufrió una grave crisis económica. Después de Viktor había nacido otro hermano y una hermana. Los tres niños tuvieron que mendigar el pan y quizá robaron calabazas por los campos. Las dificultades, como vemos, le acompañan desde el principio de su vida.
Desde la adolescencia empezó a interesarse por las ciencias naturales y las concepciones filosóficas que para él definían el modo de entender y afrontar la vida. Esto le fue evidente ante el hecho de la muerte de un compañero del Instituto donde estudiaba, quien se había suicidado con un libro de Nietzsche entre las manos (Bazzi y Fizzotti, 1989).
El contacto con Freud
Frankl leía a W. Oswald y aG. T. Fechnner, y se interesaba por los cursos de psicología experimental del Instituto donde cursaba segundo grado. Pero el hecho más decisivo para sus posteriores opciones fue la correspondencia epistolar que mantuvo con Sigmund Freud.
El padre del psicoanálisis había frecuentado el Instituto de Frankl y, después del escándalo que había acompañado la publicación de sus primeros escritos, era ya un personaje reconocido en la intensa vida cultural de Viena.
Frankl en un impulso que caracteriza a los adolescentes, decidió escribirle al maestro.
«Le mandaba materiales que extraía de mis investigaciones y diversos escritos que presumía que podrían interesarle. Y él contestaba inmediatamente mis cartas. Por desgracia, todas las cartas y postales se han perdido -nuestra correspondencia se prolongó durante todo el período de mis estudios superiores-: me la confiscó la Gestapo cuando ingresé en el campo de concentración …»
Guía de la Logoterapia. Bazzi y Fizzotti, 1989, p. 15. Ed. Herder
ENCUENTRO PERSONAL CON FREUD
Frankl ingresó en la Escuela de Medicina de la Universidad de Viena, y movido por la lectura de Soren Kierkegard, decidió que contaba con las cualidades necesarias para hacerse psiquiatra.
Mientras desarrollaba su doctorado en Medicina entró en las filas del Partido Socialista y de la Psicología Individual de Alfred Adler, quien ya en ese momento lideraba un maduro movimiento. Y es precisamente en el momento en que cuando, irónicamente, tuvo su primer encuentro personal con Freud. Un encuentro que Frankl calificaría como casual y tardío, ya que por ése momento estaba publicando su segundo trabajo científico en la revista de Adler.
A Frankl le le parecía que las tesis de la psicología individual concedían más atención a los problemas existenciales, mientras que Freud desvalorizaba cada vez más la búsqueda del sentido de la vida. Sin embargo, la importancia de lo «existencial» en el movimiento adleriano no sería suficiente, y las diferencias de perspectiva llevarían a una separación total de los dos pensadores. De hecho, Adler lo expulsaría del movimiento justo cuando Frankl preparaba la publicación de un manuscrito acerca de las relaciones entre filosofía y psicoterapia.
HACIENDO SU PROPIO CAMINO
Frankl, claramente, estaba aprendiendo de los mejores. Pero, también, buscando su propio camino.
En 1930 Frankl se graduó y posteriormente consiguió la especialización en neurología y psiquiatría (1936). Su trabajo fue de carácter independiente (en cuanto a escuelas terapéuticas se refiere). Y, de hecho, gracias a ello y a sus prácticas en ese tiempo, tanto en la Clínica Neurológica de la Universidad de Viena como en el Hospital Pisquiátrico de Viena, pudo Frankl diseñar y poner a prueba, ya en la práctica, las primeras líneas de un nuevo estilo de psicoterapia.
El término logoterapia lo utilizó por primera vez en 1926 en una Asociación de Psicología Médica, cuando aún era un investigador teórico (Bazzi y Fizzotti, 1989). En 1937 Frankl abrió su consulta privada, y continúa comprobando sus ideas.
Así, poco a poco este maestro, fue abriéndose su propio camino.
EL PRINCIPIO DEL TORMENTO: ARRESTADO POR LOS NAZIS
La vida de Frankl empezaba a encaminarse, y nuestro genio hacía su propio camino. Pero todo se torció en 1938. Aquél año Hitler invadía Austria y empezarón las persecuciones raciales sobre la familia Frankl.
A principios de 1942 Frankl se casó con Tilly, una joven judía que conocía desde hacía tiempo. Pero para noviembre de 1942 sobrevino el apresamiento por parte de la SS. Sólo su hermana se salvó por haber obtenido el visado para ir a Australia.
Frankl fue separado de su esposa y recordaba que en los momentos más duros de la deportación evocaba al amor por TilIy, como un inmensa reserva de significado (Bazzi y Fizzotti, 1989).
El período de su cautiverio duró dos años y medio. Con el número de matrícula 119104 Frankl, privado de toda identidad. El que hoy consideramos un maestro de la psicología conocería los horrores de Theresienstadt, Kaufering, Türkheim y Auschwitz.
Sus padres, su esposa y su hermano murieron. Este fue el acontecimiento que maduró plenamente las convicciones filosóficas y psicológicas que había ido conquistando. Había llegado el momento de verificar en sí mismo la validez de su tesis principal. Esto es, que el hombre para vivir tiene sobre todo necesidad de sentido. ¿Qué sentido podría encontrar Frankl en medio de esta catástrofe?
¿Inventar un sentido?
Frankl tenía la firme convicción de que una persona permanece siempre y en cualquier circunstancia responsable. Así es que afrontó la tiranía absurda de los campos de exterminio, ‘intentando dar día a día un sentido incluso a aquella existencia imposible. En el momento del arresto lo perdió todo.
Frankl había esperado, ingenuamente, salvar un manuscrito suyo. Después de la expulsión de la Asociación Adleriana no había podido publicar nada, pero no había renunciado a escribir, en dicho manuscrito había sintetizado el fruto de muchos años de investigación. Como es obvio lo perdió también. Pero el deseo de reconstruir el manuscrito fue también una de las motivaciones más decisivas para sobrevivir física y culturalmente.
¿Inventaba con ello un sentido para soportar el horror? El ser humano para sobrevivir necesita encontrar un sentido. Eso es lo que resumía Frankl en su filosofía. E insistía en ello en medio del horror.
En 1945 el tifus petequial se añadió a las otras amenazas de muerte que acosaban a los arrestados y Frankl también lo sufrió. Además de repugnancia por la comida, sufrían fortísimos delirios:
«Para evitar estos ataques yo y muchos otros intentábamos permanecer despiertos la mayor parte de la noche. Durante horas redactaba discursos mentalmente. En un momento dado, empecé a reconstruir el manuscrito que había perdido en la cámara de desinfección de Auschwitz y, en taquigrafía, garabateé las palabras clave en trozos de papel diminutos»
Frankl, V. E. (1993). El hombre el! busca de sentido. Barcelona: Herder
El «experimentum crucis», como llamó Frank a esta etapa de su vida, terminó el 27 de abril de 1945, cuando ya contaba con 40 años de edad.
DE PRESO A FENÓMENO MUNDIAL
En principio, su incorporación a la vida normal no fue fácil. Decidió volver y quedarse en Viena donde posteriormente fue nombrado como jefe del Departamento de Neurología del Policlínico Vienés.
Uno de los motivos para otorgarle ese cargo se debió al enorme éxito de su primer libro publicado: Artzliche Seelsorge escrito en los primeros meses de 1946, y reelaborado con los apuntes que hizo en el barracón del campo de concentración.
La primera edición se agotó en tres días y la segunda en tres meses. Aquí comenzaría a convertirse en un fenómeno a nivel mundial.
UN AUTOR DE ÉXITOS
Posteriormente publicaría Ein Psycholog erlebt das kanzentrationslanger
(Un psicólogo en un campo de concentración), que junto con su anterior obra formaba una unidad.
En el primero prevalecía la exposición de los presupuestos teóricos que habría debido presidir la renovación de la práctica psicoterapéutica.
El segundo afirmaba la misma propuesta a la luz de una comprobación tan significativa como era la autobiográfica, pues él mismo había andado en busca del sentido en medio de la barbarie.
Además, en 1947 publicaría Die psychotherapie en der praxis (traducido como La psicoterapia en la práctica médica) y, en 1948, Der unbewusste Gott (La presencia ignorada de Dios).
El éxito de Frankl crecía con cada obra que publicaba. La gente empatizaba con su mensaje, que nacía de una experiencia tan dura como real.
FENÓMENO MUNDIAL
Entre 1951 Y 1955 fue invitado a pronunciar numerosas conferencias radiofónicas, que más adelante fueron introducidas en el volumen
Pathologie des zeitgeistes (publicado en español como La psicoterapia al
alcance de todos).
Y, sería en 1956 cuando publicó su obra más sistemática: Theorie und theraple der neurosen (Teoría y terapia de la neurosis).
En el transcurso de los años sesenta fueron diversas las universidades, sobre todo estadounidenses, que lo invitaron a pronunciar conferencias y a impartir cursos de actualización.
De estos contactos nació un pequeño pero precioso volumen, que sigue de tremenda actualidad y es del que vamos a hablar en las líneas que siguen. Se trata de The will to meaning (El hombre en busca de sentido) publicado por Frankl en 1969. En él encontraremos explicado de forma accesible nuestra búsqueda constante de sentido y, con ello, la propuesta de Frankl: la Logoterapia.
LOGOTERAPIA
A partir de sus experiencias y meticulosas observaciones, el doctor Frankl creó un método terapéutico conocido como la logoterapia, basada en el sentido o propósito existencial.
Su libro El hombre en busca de sentido se convirtió en uno de los clásicos de la psicología del siglo XX y en una obra sumamente leída en su época. Con ella la logoterapia comenzó así a darse a conocer en distintos lugares del mundo. De hecho, se le conoció como «la tercera escuela vienesa de psicoterapia» (las dos primeras son el psicoanálisis y la psicología individual).
La logoterapia de Frankl, como estructura teórica, partió del psicoanálisis pero, a diferencia de la pulsión sexual freudiana o de la voluntad de poder adleriana, Frankl sitúa en primer plano «la búsqueda del sentido».
Para él la necesidad fundamental del ser humano no es la satisfacción sexual ni la afirmación de sí, sino la búsqueda del sentido de la vida.
EL TÉRMINO: LOGOTERAPIA
El término logoterapia, como nos cuenta el propio Frankl (1993), proviene
de la palabra «logos» (sentido, significado, propósito). Y es que la propuesta de Frankl habla de la voluntad de sentido, en lugar del principio del placer del psicoanálisis y en contraste con la voluntad de poder adleriana.
Desde esta perspectiva, el neurótico es alguien que se encuentra ante un vacío existencial. El individuo que se pregunta por el sentido de la vida, y que debe responder, con sus actos, a las preguntas que plantea la vida y asumir la responsabilidad de su existencia. A pesar de lo cual, no encuentra la manera, y de ahí la neurosis.
PSICOLOGÍA EXISTENCIAL
Desde esta perspectiva, podemos considerar a la logoterapia como parte del movimiento de la psicología existencial.
Y es que, esta propuesta, está inspirada en la filosofía existencial, en cuanto que se concentra en el ser humano como un ser individual que es-en-el-mundo.
Así es que la explicación y comprensión del ser humano va más allá de los campos de la física, la química o la neurofisiologfa.
De esta manera, la psicología existencial, en general y la logoterapia
en particular, complementan (más que remplazar) estas orientaciones en psicología.
En definitiva, tiene una visión abierta y holística de nosotros mismos, que atiende a nuestra vida experimentada, la que se siente y padece. Siendo así, ¿cuál es la propuesta terapéutica de Frankl? Esta claro que si no todo se reduce a la física, no recurrirá a la farmacología. ¿Cuál es la forma de ayudarnos de su logoterapia? Y más aún, ¿puede hacerlo hoy, en la situación tan peculiar que estamos viviendo?
LOGOTERAPIA Y NEUROSIS
La logoterapia permite hacer frente a la neurosis noógena. Es decir, aquella neurosis que no nace de los conflictos entre impulsos e instintos, sino más bien de los conflictos morales, espirituales o existenciales.
Victor Frankl propone la logoterapia para ayudar a encontrar el sentido de su vida. Pero, ¿es esto posible? ¿No es la tónica general de la filosofía contemporánea la aceptación, y agonía resultante, del sin-sentido de nuestra existencia? Este maestro también tiene presente este hecho.
La logoterapia pretende hace consciente el «legos» oculto de nuestra existencia, mediante un proceso analítico. Difiere del psicoanálisis en cuanto considera al hombre como un ser cuyo principal interés consiste en cumplir un sentido y realizar sus principios morales, y no en la mera gratificación y satisfacción de sus impulsos o instintos, o en la simple adaptación y ajuste a la sociedad y al entorno.
Ahora bien. ¿Cómo dar con un sentido en una vida que parece no tenerlo? ¿Acaso nuestra vida no era más parecida a la del Sísifo de Camus? Así es, pero también Camus aportó luz en la oscuridad, imaginando a Sísifo feliz en la cima de la montaña. Frankl sabe del sinsentido de la vida, pero cree que podemos disfrutar como Sísifo en la cima de la montaña. Ahora bien, necesitamos un sentido, aunque sea inventado, para animarnos a subirla.
SENTIDO EN EL SINSENTIDO
Para Frankl no deberíamos buscar un sentido abstracto a la vida, pues cada
uno tiene en ella su propia misión que cumplir; cada uno debe llevar a cabo un cometido concreto.
Es decir, la vida carece de sentido desde una perspectiva genérica y abstracta. Pero tú vida, la de cada una de nosotros, puede inventar o encontrar una motivación personal. Esto es, dar con un sentido para nuestra vida, que puede ser variable según las circunstancias, y cuyo fin último es nuestro desarrollo personal.
Así es que Frankl no viene a traernos un sentido metafísico para todos, sino a encontrar el nuestro. Pero, ¿cómo? ¿Hay algo más difícil que decidir hacia donde queremos orientar nuestra vida? Es complejo, pero también inevitable que el ser humano camine en busca del sentido de su existencia, según Frankl.
«A cada hombre se le pregunta por la vida y únicamente
puede responder a la vida respondiendo por su propia vida; sólo siendo responsable puede contestar a la vida. De modo que la logoterapia considera que la esencia íntima de la existencia humana está en su capacidad de ser responsable»
El hombre en busca de sentido. Frankl, 1993, p. 108.
RESPONSABILIZARNOS DE NUESTRA EXISTENCIA
Al fin y al cabo, desde esta perspectiva, el sentido de nuestra vida dependerá de hacia donde queremos orientarla. Así pues, encontrarlo implica una toma de decisión. Es decir, a lo que nos invita Frankl es a responsabilizarnos de nuestra propia existencia.
Este énfasis en la capacidad de ser responsable es una tónica que le da un carácter especialmente existencialista a esta propuesta. La vida es nuestra, somos libres, toca elegir, aún a riesgo de errores. La mirada es nuestra, toca buscar la belleza en medio del horror, tal y como lo hizo Frankl.
Bajo este orden de ideas es posible entender que para la logoterapia el interés principal del hombre no es encontrar el placer o evitar el dolor, sino encontrarle sentido a la vida. Es decir, somos un ser que, como diría Frankl, camina siempre en busca del sentido. Razón por la cual el hombre está dispuesto incluso a sufrir a condición de que ese sufrimiento tenga un sentido.
ADUEÑARNOS DE NUESTRA VIDA
En definitiva, según Frankl, el ser humano no es una cosa más entre
otras cosas. Las cosas se determinan unas a otras; pero el hombre, en última
instancia es su propio determinante. Es irremediablemente libre y, también, creativo. Lo que llegue a ser lo tiene que hacer por sí mismo.
Y es que todo le puede ser despojado al ser humano ,menos su capacidad de elegir una actitud dadas ciertas circunstancias, elegir el propio camino. De hecho, cuando no somos capaces de cambiar una situación, nos vemos desafiados a cambiar nosotros mismos.
Viktor Emil Frankl fue coherente con esta forma de pensar. Y la puso en práctica durante toda su vida. De hecho encontró motivos para continuar en la que, seguramente, fue la peor época de su historia. Posiblemente eran inventados, pero buscar un sentido, no que justifique el presente, sino que oriente nuestro futuro y nos mueva a la acción es el sello de nuestras vidas.
Así pues, ante un momento como el que vivimos ahora lo que nos pediría Frankl es, precisamente, eso. Estudiar nuestras vidas, mirar nuestro presente, y preguntarnos hacia donde queremos dirigirnos sabiendo de dónde partimos. Es decir, continuamos, como diría Frankl, en busca del sentido.
Sartre decía “es usted libre, ¡invente!”. Pues ese es el camino.
¿Qué queremos ser? La respuesta es la que esconde un sentido que nos mueve a continuar. Esta dará, posiblemente, un sentido inventado, pero como decía Nietzsche:
“Para quien tiene un por qué, nada es insoportable”
El ocaso de los ídolos. F.Nietzsche.
Raquel Moreno Lizana.